Única fe (My only faith’s in the broken bones and bruises I display) Lo único que le pediría a los encargados de los departamentos de español es que de una vez por todas comenzaran a enseñarnos español. No creo en la inmersión, no creo lo del communicative approach, perdónenme: pero tampoco le creo a ninguno de ustedes (cada vez que dicen la tema de hoy en una clase de estudiantes de post-grado, cada vez que me preguntan ¿cómo está tu marida? y ganan esos mismos ochenta mil dólares con que podría financiar las visitas al médico de mi hija. No tengo nada en contra de ustedes, pero de una vez por todas déjense de confundir literatura con buenas intenciones, no hay nada más insoportable que la mentira consuetudinaria de elevar la visión de los vencidos a la categoría de un clásico que les asegurará un par de becas y muchas pasantías en esos lugares de los que tanto han aprendido, salvo su lengua: han visitado tantas veces el mismo Santiago que me vio morir, pero literalmente no se han bañado nunca en el mismo río que nosotros: al menos dejen de cobrarnos los impuestos que antes nos cobraron con la figura ominosa de una tradición a la que tampoco pertenecimos ni me interesa: esos listados infinitos son la guía telefónica de la exclusión, la evidencia de que no les interesa ni en lo más mínimo la poesía dolorosa de los adolescentes si no viene con el respaldo de la familia, esas casas patronales de las que el patrón todavía no ha salido, acuérdense por un momento antes de subirse en el avión que los llevará a la próxima conferencia de esa hambre por saber cuáles eran las verdaderas influencias de neruda, cuál (de todos los vanguardistas parisinos había sido verdaderamente amigo de huidobro. Por eso olvídense de las justificaciones que llevan al pie del cañón y/o debajo de la manga para sacar de las listas de lectura obligatoria a virgilio piñera pero incluir por obligación a borges, no vuelvan a preguntarnos con desdén de dónde salió bolaño ni qué ha escrito el junot díaz ese porque de borges (ni más ni menos) es de donde provienen bolaño y tantísimos otros, no vuelvan a dejarse llevar por esas ridículas cartas de recomendación que han sido escritas en la misma serie de producción que el ford T y las zapatillas de michael jordan, no sigan menospreciando las publicaciones hechas en revistas marginales de latinoamérica ni la tristeza de ese peer reviewed system que sólo puede convencerlos a ustedes, los estudios culturales están tan caídos en desgracia como la agenda que los justifica, la paz seguirá dominada por santa cruz mientras los mismos bolivianos no decidan lo contrario aun cuando vuestras clases sobre alcides arguedas sean profundamente intrascendentes, al igual que los amantes de sendero refocilándose en la lectura de arguedas, que no tenía mucho que ver ni con sendero ni con ustedes, borges era asquerosamente clasista pero no por eso deberíamos dejar de leerlo, sino aprender por sobre todo a releerlo hasta el cansancio y recordarlos a ustedes con cariño pensando en la manera en que han envejecido tanto ustedes como su hippismo trasnochado, su acomodo resiliente desde esa academia con la cual no pudieron cambiar ni el mundo ni la academia, pero tal vez nosotros puesta la fe en nuestros huesos quebrados, en nuestros moretones tengamos que cruzar el río cuando las cartas nuevamente estén echadas y el final ya se conozca y aunque todos nos digan que ya no queda nada por hacer juntemos las manos para rezar: pidiendo gallardía en el combate. Parientes lejanos, Luz de ceniza, Hegeliano (el último poema, el último discurso) Los estudiantes de literatura deambulan por las librerías de viejo en busca de ese tipo de iluminación sacada de algún libro de fotografía o de las memorias de un político arrepentido: cualesquiera que sean sus lectores no son los únicos que andan buscando. Las primeras ediciones que se transan en las galerías del centro de santiago son al mismo tiempo el mapa y el tesoro. La angustia de las influencias parece un chiste ahora que los mejores poetas de nuestra generación han podado lo mejor de sí mismos con tal de encontrar sus incunables entre un montón de otros libros fervorosamente dedicados y por el mismo precio de una chela que se se podrían haber tomado en Las Lanzas. Cajones de saldo que bien podrían robarse a plena luz del día, la poesía de los noventa está indisolublemente ligada a la muerte del presidente balmaceda: la matanza de san vicente de paul, el enfrentamiento entre el congreso y el poder ejecutivo, la demagogia según la cual existe una línea directa entre el pensamiento cartesiano y los campos de concentración judía, la carencia de un punto de vista dialéctico y el fin de la educación pública, no sólo las profecías terminaron por autocumplirse, los filósofos del siglo diecinueve jamás se imaginaron el espíritu de la historia con nombre y apellido, pero la libertad es necesaria sólo cuando se escoge libremente aquello que ya estaba decidido, cuando se cumple con la caída sobre el pasto del rocío y el árbol se decide a echar raíces una vez que ha dejado de crecer. Un hombre para quien todas las cosas son parientes lejanos sabe que el búho de Minerva emprende su vuelo al atardecer. Mucho más temprano que tarde: lo hará cuando amanezca. Mucho más temprano que tarde el espíritu de la historia se traducirá en carne y en huesos, en el cumplimiento de alguna profecía De La nieve es nuestra rubia y de caderas anchas. Hasta entonces seguiremos organizándonos, hasta entonces seguiremos con el trabajo de bases y propaganda, la educación de la masa trabajadora comienza por las librerías de viejos, con los libros de los poetas más jóvenes de edad rigurosamente autografiados. Cosas que uno piensa cuando debería estar trabajando Cuando tenga que decirle a mi viejo que tiene Alzheimer quiero que esté leyendo el diario. Quiero sentarme con él y leer el Arte y Letras. Ojalá que nos estuviera dando el sol, ojalá que fuera verano y las hojas se traslucieran con la luz para leer la siguiente página sin dar vuelta la hoja. Ojalá estemos en la casa, ojalá que no sea una de esas visitas de médico que me sirven para no perder el acento y firmar los papeles de la herencia. El día que le tenga que decir a mi viejo que tiene Alzheimer espero que haya jubilado y haya vaciado mi librero con esa plata derrochada. No se entrega el cinturón de los pesos pesados sin dar una pelea. De lo que conozco él la viene dando desde los trece cuando decidió que sería más redituable vender bolsas de plástico en la feria que llegar hasta sexto humanidades. El resto, un montón de fotografías con personajes que ahora no tienen nombre y un calendario que se repite como si el viejo fuera un Nietzsche de clase media, aburrido por sobre todo de andar con el encendedor prendido. Y en la boca los cigarrillos apagados. El ángel de la historia por el East Side Esa vez alguien quiso llamar por teléfono a alguien que quiso contestar. Una voz que marca un número equivocado es como un mensaje en la botella leído con avidez por el dipsómano. El aparato sonará tres veces antes de que me traicionen al amanecer se dice el que espera ese llamado. Las ventanas tapiadas con nylon de una ciudad de edificios abandonados y gente que todavía vive en ellos dejan pasar el frío como si fueran los guardias displicentes de un pasado industrial y teleológico donde la oreja pegada a los durmientes alcanza a anunciar el tren que va a pasarle por encima: el nylon es incapaz de reemplazar al vidrio lo cual resume para algunos nuestra historia: un hombre encerrado en una cabina telefónica sin poder encontrar la salida. Los niños saludando al tren podrían funcionar como un antídoto para que los enfermos se hagan cargo: los mosquitos nos picaron con especial virulencia cuando establecimos nuestro hogar en un barrio de clase media, ahora transformado en un barrio de inmigrantes de clase media. Los mensajes guardados en la contestadora podrían servir de desenlace para alguna novela escrita con miedo, donde el único conflicto todavía por resolver es el nombre del autor. La ciudad donde ocurren estos hechos es el nombre de todas las ciudades. Se me ha dado una segunda oportunidad (he venido aquí a desperdiciarla) La necesidad de ser moderno y leer a Saint John Perse. La obligatoriedad de haber recorrido alguno de los territorios inexpugnables para convertirse en el corresponsal de guerra que pronto terminará aburriendo. La adivina que no puede predecir los precios. El padre de familia y tío por defecto. El improvisado profesor que sin embargo le tiene que agradecer a sus amigos y asistir a la primera comunión y llegar con un regalo y una camisa nueva por lo menos recién planchada. El tótem de un metro sesenta, la machi mantenida por los premios y el marido: así cualquiera podría enfrentarse a Murihei Ueshiba y dar fe de aquel encuentro. Así cualquiera se le podría encachar hasta al más pintao si se aferran a un eslogan colocolino y la estampa de un capitán. y general. Así cualquiera de nosotros recién cumplidos los veinte de rigor después de pasar una noche en el nuevo baquedano se sentiría en la obligación de darse a conocer: aunque eso le cueste tener que volver a Francia y operarse por fin de la gangrena. Se me ha dado una segunda oportunidad. He venido aquí a desperdiciarla. Fotografía de portada Los autos que pasan por esta calle son mi biografía. El bus que se ve al fondo pasa siempre a la misma hora. Sin embargo lo que no se ve sigue siendo lo más importante. El hueco donde estuvo la muralla no hace más que ocultar. De la Ilíada completa, lo único que importa es el amor de Patroclo, el resto épica para entretener, mitología que hoy es reemplazada por los hijos bastardos de la antipoesía y su aversión pinochetista del silencio. Los escombros repartidos por el suelo son escombros repartidos por el suelo: y los automovilistas conducen con la vista fija en el espejo retrovisor como si en vez de manejar se estuvieran alejando y lo importante no fuera volver sino regresar. El único error fue haberte confesado que todos los regalos que te hice los compré en liquidación. Algunos prefirieron irse lo más lejos posible, otros ya tenían comprados los pasajes, pero no habían querido levantar la mano temerosos de estar plantando al despedirse un árbol en el horizonte. Los que estaban cerca vieron como el sol les quemaba sus alas con una mezcla de satisfacción y desconcierto ante la inminencia de la caída y la certeza de haber rozado, aunque la hubieran rozado apenas un par de plumas, lo que otros se contentan con observar a través de sus poderosos binoculares, saben como buenos futbolistas de segunda división que los equipos se construyen desde atrás para adelante. Dicen que el guatón Leppe se comió una sandía en público y lo aplaudieron. Si vamos a caer que sea con la misma elegancia con que habríamos descendido en paracaídas desde el segundo piso de la casa de nuestros padres. Un samurái sigue blandiendo su espada incluso después de haber sido decapitado. O el Cid de Huidobro que ahuyentaba a los infieles muerto y montando su caballo. Esa también podría haber sido la portada: una bestia fuera de control, un animal preñado de sentido entregado a la aventura de parir. Nabokov (The American Years) Para proteger los equilibrios macroeconómicos y no poner en riesgo los índices de empleo mi padre tiene que jubilarse con lo que le ofrezca la empresa. Mi padre que tiene setenta y tres años y trabaja desde los trece tiene que jubilarse con lo que le ofrezcan los dueños. Mi padre que ha votado por la derecha desde tiempos inmemoriales, y se iba a comprar carne de pollo durante los tiempos de la UP, tiene que jubilarse sin contrato, para no poner en riesgo la imagen país, para que la confianza de los inversores, para no tener que depender de las juntas de abastecimiento popular ni tener que hacer esas colas infinitas ni a ustedes les falte nada es que ahora mi padre tiene que aceptar y en los correos me toca responderle que es lo mejor que podría hacer porque a un tótem de madera es difícil llevarle la contra y atrapar un poco de viento tarea de coleccionistas de mariposas, de novelistas exiliados que han terminado escribiendo en otro idioma, no de los seguidores de los infrarrealistas, tampoco de los que han hecho de su exilio una jubilación anticipada, un problema de familia y miran en menos la cuestión social. “Try writing what you have written in the past tense in the present tense and you will see what I mean. What we have to do is to give back to the past we are writing about its own present tense. We give back to the past its own possibilities, its own ambiguities, its own incapacity to see the consequences of its action. It is only then that we represent what actually happened”. Greg Dening, quoted by Michael Bracewell
|