CARTOGRAFÍAS / No. 48 |
Cartografías |
Planos para una ciudad que no existe reúne el trabajo de poetas de Hispanoamérica cuya obra es inédita en México. Propone un recorrido por distintas propuestas y voces de esa tradición de tradiciones que es la poesía en castellano. Son los trazos y las líneas de un grupo de mujeres y hombres que construyen el esplendor y las ruinas de uno de los futuros posibles. La sección abre con el primer número del año dedicado a la propuesta de Miguel Ángel Petrecca, poeta y traductor. Antologada por Jorge Posada, incluye fragmentos de sus poemarios El gran furcio, El Maldonado y La voluntad, así como una muestra de sus traducciones y un inédito reciente. La selección completa Un regalo para alguien que aún no conocías, se puede descargar como archivo PDF de manera gratuita. |
Un regalo para alguien que aún no conocías |
De El gran furcio* |
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El gran furcio Lo que deseaba era mantener en frío los nervios, antes de la ocasión, antes del cohete. Lo que pasara después no era nada; necesitaba mantener astutamente la cabeza gacha, levantarla apenas en los momentos de estribillo, con un desliz de ojos hacia arriba aspirar y volver a bajar reconcentrado y siguiendo el mosaico de tapitas de gaseosa en el asfalto. Mientras algunos hacían caballito para mirar las mujeres eructaban con un regusto breve de tuco, los chicos miraban a través de las botellas marrones como en un eclipse. Yo hacía el circuito, ya por la vuelta cuarenta al menos discreto, formal, atento a los aplausos y los coros con una bolsa de papafritas que chupaba en vez de masticar. Cuando el animal salió, impresionante como un ojo o una chispa, la mayoría retrocedió unos metros de las barandas. En ese momento, quemando nervios comencé a empujar hasta ubicarme en una peligrosa avanzada, delante de ese animal tatuado, cobrizo, extraterrestre. Salté la verja y lo monté. Un corcoveo y ya estaba entre las heces, en el piso, consciente de haber tocado el gran furcio. Llaves Cambiaste las cerraduras pero se te olvidó tirar estas llaves perdidas en un cajón, duplicados anacrónicos, sin uso de las llaves de todos los días, pensados para el momento en que nos sacarían de un apuro doméstico, como a un arquero suplente le toca entrar en una final, esperan acostumbrándose a ese eterno segundo lugar, tan cerca de la simple inutilidad. Llaves que mientras das vuelta el cajón, ponés en un costado, junto a las cosas cuyo destino inmediato oscila del tacho de basura a la posible reivindicación, ese pantalón de hace dos años con la etiqueta del negocio colgando: un estreno quizás postergado esperando esta oportunidad, como si lo hubieses comprado pensando en un regalo para alguien que aún no conocías. Entre dos puntos La ropa que no pensamos llevar la doblamos así nomás empujándola adentro de un cajón, tenemos un mapa arrugado en mano donde ver entre colores y dibujos a escala nuestros lugares. Después de tanto de andar sueltos, lo más raro es este espacio-tiempo, parecido al instante en que dos extraños se cruzan en un aeropuerto. Señalo con un dedo una ruta que es un dedo, tendido hacia cualquier lado. Nuestros preparativos consisten en imaginar, hacer una lista mental de objetos nunca vistos, de encuentros y desencuentros como túneles de hormigas, intrincados. Mi cepillo de dientes es verde, el tuyo azul, pero no importa si nos confundimos. Sacudís el bolso y las cosas adentro chocan con ruido amortiguado por la ropa en un bollo, un par de pantalones viejos y pullover un par de remeras, gorros para el frío. Tenés ganas de quemar algo, pero te basta con prender un cigarrillo y observar la llamita metida, como un animal peligroso dentro de esa ceniza. Te toco a lo largo de un brazo, y voy al baño donde ahora que nos separa una puerta puedo imaginarte, igual que recién imaginaba bestias, ciudades cambiadas por la nieve al caer; entonces ya no estás y estoy contento de tener que viajar aunque sea entre dos cuartos, para encontrarte. Desierto Lo que es para nosotros el desierto: una estación de servicio concentra a su alrededor a la población nómade, los kioscos no fían, el futuro de los negocios es impredecible: dos camioneros despliegan un mapa y leen a la luz de la cabina. AUTOS QUE QUEDARON como un acordeón, o volcados a diez metros de la banquina después de intentar, imagino esquivar una vaca que aparece a la vuelta de una curva: chatarra prodigiosa de los accidentes dejada a modo de advertencia a ambos lados del camino. |
De El Maldonado |
El gran furcio, Gog y Magog, Buenos Aires, 2004. Miguel Ángel Petrecca (Buenos Aires, 1979). Es editor, traductor, poeta y periodista. Es licenciado en Letras por la Universidad de Buenos Aires y egresado de la Universidad de Lengua y Cultura de Pekín, donde vivió durante un año. Ha publicado El gran furcio (Gog y Magog, 2004), El Maldonado (Gog y Magog, 2007), Un país mental. 100 poemas chinos contemporáneos (Gog y Magog 2010; Lom, 2013) y La voluntad (Bajo la Luna, 2013). En 2013 regresó a China y vivió durante cinco meses en Shanghai. Actualmente cursa un máster en Estudios Chinos en el Instituto Nacional de Lenguas y Civilizaciones Orientales de París. |