Testamento 

Crocifissa ai raggi ultimi è l’ombra
Andrea Zanzotto

Nada se entrega al demonio del día.
Nada confirma la brisa
sobre el rostro vacío de la certeza.
Nada refleja la luz en la herida de la luz;
mi pecho es un potro calcinado.

Quizá la oscuridad sea
simple reproche del enigma.
Los siglos permanecen intactos
mientras los hombres erigen ciudades
donde el miedo se bebe junto al alba.

Nuestro nombre desconoce su propio abecedario.

El corazón de la piedad
palpita en cada piedra de estos muros;
desde el abismo nos observa
junto a la lluvia del asombro.
Después de escribir su testamento
la serpiente nos acepta como hermanos.
Nuestra muda de piel es la muerte.

Escucha:
se me acaban las palabras.

Alacrán

Ningún cielo extranjero me protegía,
ningún ala extraña escudaba mi rostro,
me erigí como testigo de un destino común,
superviviente de ese tiempo, de ese lugar.
Ana Ajmátova 

Ha terminado la danza del estereotipo.
Con su paso conjugamos las fronteras
y las huellas de la infancia son una sonrisa del cielo
¿Cómo contar ahora los cadáveres?
La memoria se encuentra seca;
hay que ser absolutamente violentos
y convertir en ceniza los diamantes
para decir que alguna vez estuvieron vivos.
Alacrán, ángel de arena,
termina ya nuestro discurso. Tu aguijón
en el sueño es una espina en la montaña.
Desde el suelo tu aguijón es también una estrella.
Alacrán, soldadito de plomo,
tú que ya no crees en el ritmo
de las flautas extranjeras de viento extraño
y música asesina su aguijón. Tú
que perforas las preguntas
y con la sangre de las preguntas
dibujas constelaciones simétricas
que habitan nuestros ojos tranquilos. Tú
que bajo las piedras escribes la historia del mundo.
Alacrán, vena solitaria, vena que danza
su ritmo de veneno y sol,
ritmo de calma con música de viento.
Alacrán, eco de luz, presa clara.

Ha terminado la danza del estereotipo
y el silencio que le sigue es la escritura
de algo todavía más blanco.
Ya no hay que mirar la sonrisa del cielo,
el error de la muerte selectiva
y de la cuenta olvidada.
La ceniza errante ha poblado las dunas;
su conversación es serena y dulce.
Alacrán, fantasma de piedra.

Y así, con mi cuerpo tendido
sobre la tierra adoctrinada,
como un adiós en silencio,
como un dios en silencio,
me retiro dichoso entre tinieblas,
con el llanto agotado
y el corazón tranquilo.

Alacrán, muchas gracias por la muerte.

Arturo Loera (Chihuahua, 1987). Pasante de la licenciatura en Letras Españolas por parte de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Poeta y promotor cultural independiente. Fue delegado de su universidad en la Red Nacional de Estudiantes de Lingüística y Literatura 2011-2012. Es autor de El poema vacío (luto en el hormiguero) (ICM/ICHICULT/CONACULTA 2013) que se publicará en julio y de la plaqueta Cruz y ficción (Bakcheia 2011). Sus poemas han sido publicados en revistas locales, nacionales y digitales como Metamorfosis, Onomatopeya, Nervadura, Rojo Siena, Salvo el crepúsculo, Ombligo y la revista electrónica Bonsaí, entre otras. Es miembro del taller de poesía Alí Chumacero dirigido por Enrique Servín y es profesor de literatura y filosofía en la preparatoria de la Universidad de Estudios Avanzados de Chihuahua.