Ciudad de México, una de las ciudades más grandes y más pobladas del mundo, se encuentra sumida en la oscuridad. Sobre Calzada de Tlalpan sólo se vislumbran las luces de las velas a través de las ventanas de casas y edificios. Insurgentes se ha vuelto un laberinto: cientos de coches apilados resguardan el paso. Escasea la comida y la información. Se forman bandos: están aquéllos que roban y matan y aquéllos que huyen y se esconden. La violencia se ha convertido en un medio de supervivencia. Es decir, se ha vuelto necesaria. O, tal vez, siempre lo ha sido y sólo en estas circunstancias se vuelve explícita la naturaleza humana. Y es que ¿cuántas cosas hemos escondido bajo la luz?

Imágenes atroces. La mutilación de una mano, perros corriendo en una cinta hasta caer muertos de agotamiento sólo para generar apenas la energía suficiente para encender algunos focos en un edificio. La incertidumbre por el paradero de la madre. Pero tal vez la más desoladora de todas es la visión de nueve bailarinas danzando ante la oscuridad ominosa del bosque de Chapultepec. Ese gesto inútil, desesperado, por conservar lo perdido.

Éste es el planteamiento de Todo era oscuro bajo el cielo iluminado. En una prosa ágil y atrapante, Carlos González Muñiz bosqueja en su novela la hipotética situación que confrontaría una sociedad cuando, sin explicación alguna, se ve interrumpido el suministro eléctrico. Bajo la perspectiva de sus dos protagonistas, dos puntos de vista ante esa realidad, se nos expone lo imprescindible que se ha vuelto la energía eléctrica para nuestra existencia. ¿Qué control puede tener un gobierno sobre una población de 21 millones sin ella? Los medios de comunicación, los sistemas de salud, de abastecimiento y de seguridad dependen, en mayor o menor medida, en el correcto funcionamiento de aparatos eléctricos. Sin ellos parece inevitable el caos.

En la actualidad es frecuente encontrarnos, ya sea en el cine, la televisión o la literatura, con historias postapocalípticas. Sin embargo, sería un error clasificar a Todo era oscuro bajo el cielo iluminado como una novela que busca explotar un mercado ávido de héroes que se crecen ante el fin del mundo tal y como lo conocemos. Tanto Golondrinas como el arquitecto sin nombre que protagonizan la novela son, más que nada, humanos. Cada uno carga con una historia propia trastocada por la ausencia de luz. Sus anhelos, expectativas y miedos se ven confrontados con lo que sucede a su alrededor. Se trata, pues, de un cuestionamiento sobre la relación entre individuo y sociedad, sobre esa lucha de fuerzas entre ambos que determinan nuestros actos. Ya nos lo indica uno de los personajes: “La luz es percepción, pensé, y la ausencia de luz, ausencia de perspectiva. ¿Qué pasará con la realidad si no existe perspectiva, en qué nos convertiremos?” Falta el otro y lo otro, juego de grises, sombras y matices.

Si bien es notoria la comodidad de Carlos González Muñiz en una escritura más densa y experimental, como la de su primera novela La jaula de Malik (Fondo Editorial Tierra Adentro, México, 2009), es innegable que su propuesta creativa es una de las más destacables dentro de las voces nuevas de las letras mexicanas. Logra situar al lector dentro del conflicto, de la emoción o la trama que describe y posee un equilibrio muy bien logrado entre sus temas y los recursos estilísticos de los que echa mano. Pero, sobre todo, es capaz de transmitirnos la búsqueda por lo humano que encierra todo ejercicio escritural que merezca la pena.