Mi nombre es Fabio.

Soy homosexual. Pienso que lo soy desde que nací, pero es muy bueno no acordarse de aquellos años. A veces no estoy cómodo con lo que me gusta. Mi vecino se dio cuenta de que me fascinan sus piernas. Una vez me retó a golpes y me dijo que no lo viera más. Sabe que soy maricón y eso me dio mucha timidez. Después ya no lo veía más. Esas cosas, por ejemplo, son las que no me gustan. No me gusta que no haya chicos para mí. Soy de una ciudad muy aburrida en donde todos buscan una novia para llevar al mirador. Ahora, pronto, pienso buscarme una. En serio. Pero que sea muy bonita y que no le guste besar tanto. Creo que puedo llegar a ser feliz con una chica muy discreta. La llevaría a casa cuando mi vecino estuviera entrenando básquet en la cochera. Creo que a él le daría gusto y dejaría de usar esos pans tan horribles que ahora se pone. Volvería a usar short. Y así estaríamos todos muy contentos.


Mi nombre es Isabel.

Soy tímida y tengo los dientes chuecos. En mi salón, mi compañero Daniel me dice tiburón. Es un apodo cruel para una niña como yo. Aunque a veces pienso que sería peor estar gorda y que me dijeran ballena. Tenía una compañera a la que le decíamos ballena. Y le dolía tanto que una vez se colgó de una cuerda atada a la rama de un huamúchil para matarse. No cumplió su cometido porque gracias a su peso el plan se vino abajo. Calló de nalgas y a los demás nos castigaron. Jamás volvimos a molestarla. Les contaba de mis dientes, en cuanto mi madre tenga dinero me los voy a ir a arreglar con el dentista. Quiero que los empareje, los corte, los pula y los ponga tan blancos como sea posible. Cuando me veo en el espejo y sonrío sí parezco tiburón. Es tan triste. En el recreo la comida se me queda atorada en la dentadura y a todo el mundo le doy asco. Es tan triste. Pero fea no soy, eso sí que no, si me quedo con la boca cerrada y hago como que medio sonrío, hasta doy ganas de que me den un beso.


Mi nombre es Daniel.

Tengo un problema de masturbación severa. Así lo llamé porque no sé qué nombre se le da a la enfermedad donde los chicos se la jalan más de seis veces al día. Le conté a Fabio de mi problema y le dio por reírse. No ayuda mucho ese cabrón. Nos habían llegado rumores de que si nos masturbábamos más de tres veces al día podríamos quedarnos ciegos. Desde hace algunas semanas veo borroso y ya me preocupé. Pero no puedo parar. La otra noche descubrí que mientras dormía estaba practicando el paso de la muerte. Me asusté tanto. Pero ni por eso se calman mis erecciones. Ya me unté el vaporub, me puse hielo y me embarré de miel. Todos consejos tomados de las preguntas de yahoo.com. Nada funcionó. Fabio dice que me toma algunas fotos mientras me masturbo, para subirlas a una página web. O que me filma con una camarita de video que tiene y así atraemos a las chicas. Eso me pareció muy gay. Les digo que ese cabrón no ayuda mucho. Comenzaré por usar lentes, puede que eso aminore el daño y después no sea tan severo.


Mi nombre es Mabel.

Soy rubia y tengo los ojos verdes. Soy la más popular de mi escuela pero a veces eso no deja nada bueno. Soy blanco de envidias y por ahí leí una vez, en un letrero en el baño, que soy una puta. Me eché a llorar porque eso es una mentira. Tengo 13 años y no puedo ser una puta. Ni siquiera tengo novio. No saben cómo dolió. Mi mejor amiga se llama Isabel. Es muy linda pero también insegura. Siempre que va a casa quiere usar mis vestidos. Se le ven bien, pero luego quiere quitárselos porque dice que no le lucen como a mí. Me gusta el color rojo y los zapatos, y cuando sea grande quiero ser modelo. Hay un chico en la escuela que me gusta mucho. Aunque es muy tímido y no habla casi con nadie. Se llama Fabio y, como decimos las nacidas en Monterrey, es un cuero. A veces se me queda viendo cuando estoy exponiendo en la clase, yo creo que le gusto. Dice Isabel que es verdad. Seguido encuentro mensajes en mi mochila, un admirador secreto cita que soy linda.


Mi nombre es Alba.

Cambié cuatro veces de escuela en el último periodo. Soy tan gorda como una vaca, pero menos gorda que una ballena. Voy al psiquiatra los viernes y al nutriólogo los sábados. Los dos especialistas me ayudan mucho pero de domingo a jueves lo paso terriblemente triste. Una vez intenté suicidarme pero no logré hacerlo. Sucedió que en mi grupo la pasaba muy mal. Mis compañeros me decían ballena, ballenita, ballenota. Mi nombre es Alba pero ninguno lo sabía. Sí, vivía un infierno pero estoy mejor. El mundo está lleno de hipócritas y sangrones pero yo quiero cambiarlo. El día que estuve en el hospital, tras el intento fallido de mi suicidio, algunos compañeros fueron a verme. Pensé en sacarlos a patadas de allí, pero después sentí lástima por ellos: homosexuales reprimidos, chiquillas inseguras, mocosos pervertidos y rubias tontas, de esa gente estaba rodeada. Mejor lo disfruté. Debería escribir que ya bajé como seis kilos en sólo mes y medio. Además, cosa mejor, las alucinaciones aparecen sólo cuando me pongo muy, muy, triste.

Ilustraciones:
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