La otra raza cósmica
José Vasconcelos
Almadía, México, 2010

Las guerras culturales de Octavio Paz
Armando González Torres
Colibrí, México, 2002

Centro de gravedad
Marco Lagunas
Fondo Editorial Tierra Adentro, México, 2010

Retrato de mi cuerpo
Phillip Lopate
Tumbona Ediciones, México, 2010



Nacimiento y decadencia del ensayo literario


Fue en la década pasada cuando leí por vez primera el ensayo que el olvidado periodista José Alvarado escribió sobre su afición por observar las escaleras. Ese relato despertó en mí una curiosidad y alegría infantiles, una visión de fotógrafo para observar los objetos que la mayoría de las personas pasan de largo dentro de la cotidianidad; entonces comprendí que una puerta, un librero o un canario encerrado podían ser temas de exploración para el desarrollo de un ensayo literario. Con el tiempo también encontré el breve ensayo que Julio Torri escribió sobre el ensayo corto y entonces no cabía duda, este género es ese texto real o de ficción, o un poco de ambos, en donde a título personal, con citas bibliográficas o no, el autor se puede internar o rodear cualquier objeto, sujeto o cosa para describirlo, o simplemente para arrojar una opinión sobre él.

Michael de Montaigne, considerado el padre del ensayo moderno, escribió sus experiencias ante la vida, citando o dejando de citar a sus autores favoritos, y parece que esta inventiva, este aliento por obtener preguntas y explicaciones viajó por los mares hasta instalarse en Inglaterra, en donde, como lo dijeron Adolfo Bioy Casares y Alfonso Reyes en diversos documentos, el ensayo cobró fuerza y obtuvo madurez dentro de un campo que ahora trata de desaparecerlo: el periodismo escrito.

Por ello, no es descabellado afirmar que el ensayo literario es el abuelo del actual artículo de opinión que se puede leer aún en la prensa. Exponentes ingleses como el Dr. Johnson, Jonathan Swift, Daniel Defoe, Richard Steel, Joseph Addison, De Quincey, entre otros más, imprimieron sus ideas sobre la sociedad en diversos medios de comunicación. En estos ensayos, los ingleses trataron temas que iban de la política a la moral, de la filosofía a la literatura, de la religión a la economía, la estética.

El mismo Bioy Casares y sobre todo Reyes aseguraron que el género vivió una etapa de intensa creatividad en los periódicos. La industrialización de la prensa provocó que en los medios impresos surgieran otros géneros más inmediatos y breves, como lo fue la nota informativa, y que el ensayo, que para finales del siglo XIX ya se asemejaba al artículo periodístico actual, fuera cediendo páginas a la fuerza cada vez más poderosa de la nota telegráfica. En esta época alzan la mano escritores y periodistas como Stevenson, Chesterton, Hilaire Belloc, H.G. Wells. Entonces, artículo de opinión y ensayo son esos primos hermanos cuya diferencia se profundizó en el siglo XX y los instaló en distintos soportes: el primero en los diarios o semanarios y el segundo en libros o revistas casi especializadas.


La multiformidad del ensayo

Durante la centuria pasada y en las primeras décadas de ésta, el ensayo gozó y sigue gozando, u agonizando en estos tiempos, de una amplitud de formas y fondos. Los hay amenos, libres, muy descriptivos,  juguetones y fantasiosos; los hay críticos, analíticos, rígidos, severos. Hay ensayos de investigación, académicos pues, y otros de divagación. Unos ofrecen respuestas y otros sólo dejan abiertas las preguntas; unos afirman, otros crean dudas. Hay ensayos brevísimos, y otros que son “tratados” de cientos de fojas.

El filólogo José Luis Martínez escribió alguna vez que la tradición ensayística europea, que tiene una madurez histórica, no trata los temas de identidad social, sino que se arroja a hurgar con palabras temas como la vida intimista y cotidiana, la filosofía, la moral y las bellas artes; mientras que los escritores de las naciones hispanoamericanas se debaten en comprender su pasado, su presente y futuro colectivo, por lo que la mayoría de sus ensayos se enfocan hacia los temas culturales, políticos e históricos: la identidad.


Ensayo sobre la identidad

ensayo-aguilar1.jpgSobre esta tendencia, Almadía editó La otra raza cósmica, una recopilación de tres ensayos que el intelectual y político José Vasconcelos dictó en 1926, a manera de conferencias, en la Universidad de Chicago. A sólo un año de distancia de su ensayo filosófico La raza cósmica, Vasconcelos escribió en inglés algunas prolongaciones a este texto que Heriberto Yépez tradujo recientemente.

A diferencia de La raza cósmica —ensayo en el que Vasconcelos emprende una disertación sobre el devenir del hombre, la cual raya los bordes de la ficción— en estos tres discursos el escritor mexicano trata de manera mesurada, con rigurosidad académica, la historia de América Latina y la compara con el desarrollo de los Estados Unidos. Vasconcelos va plantando argumentos certeros sobre la grandeza de las colonias españolas y explica cómo ese sistema político, económico y cultural fue perdiendo majestuosidad en tanto que los anglosajones se iban adecuando al mundo moderno que pronto dominarían.

De manera clara, precisa, sin la emotividad de la primera raza cósmica, el ateneísta hace alarde de sus profundos estudios multidisciplinarios y los reúne en tres pequeños documentos en donde analiza a las sociedades de todo el continente americano. Sin llegar estos ensayos a ser propiamente literarios, el que fuera candidato a la presidencia en 1929 plantea su teoría sobre el advenimiento de una nueva etapa de la civilización, en que el hombre, sea indígena, negro, mestizo, criollo o anglosajón, llegará a reunirse con sus vecinos para formar una nueva cultura americana y universal regida por la pluralidad, la democracia, la estética y la paz. La otra raza cósmica es un raro ejemplo de la ensayística de Vasconcelos, pues llega a ser impersonal, sin el toque anecdótico que caracteriza sus trabajos. Son textos un tanto fríos que sacan a luz a un estudioso que antes no se conocía, y que a pesar de eso no deja de ser emprendedor, por lo que vale la pena voltear a ver a este personaje cuya etapa senil  opacó la inercia luminosa de sus años de juventud.


La crítica sin concesión

En un caso parecido de ensayo crítico y riguroso, pero sobre un personaje que continuó y rompió con la tradición de pensamiento impulsada por Vasconcelos, se encuentra el libro Las guerras culturales de Octavio Paz de Armando González Torres. A más de veinte años de que el mexicano recibiera el Nobel de literatura podría ser importante echarle una hojeada a este estudio sobre uno de los poetas más importantes que ha tenido América y el mundo. Aunque es un libro editado en 2002 por ediciones Colibrí, este ensayo crítico literario es una herramienta valiosa, no sólo para conocer la evolución poética de Paz, sino para entender la trascendencia de la tradición intelectual en los países latinoamericanos.

ensayo-aguilar4.jpgCon una prosa clara y analítica, González Torres inserta sin miramientos la figura de Paz en la línea literaria que en el siglo XX comenzaron autores como Antonio Caso, Alfonso Reyes, José Vasconcelos, Daniel Cosío Villegas, Samuel Ramos, Xavier Villaurrutia, entre otros más que vivieron y crecieron las causas y consecuencias de la Revolución Mexicana. El autor de este libro describe las corrientes artísticas e ideológicas con las que se formó el poeta y descifra, con base en otros estudios y lecturas, cómo fue que Octavio Paz se consolidó como el guía poético e ideológico que con su escritura fue capaz de influir y modificar la idea que el mundo y los mismos mexicanos tenían sobre México. Armando González Torres realiza un estudio minucioso sobre su formación poética y sobre su intervención en la vida cívica y política a través de la individualidad de la poesía y sus ensayos El Arco y la lira y El laberinto de la soledad son ejemplo de esto. Además, en Las guerras culturales de Octavio Paz hay inscrito una especie de manual sobre autores, políticas culturales y educativas, objetivos e ideologías que los escritores mexicanos desarrollaron en el siglo anterior.


El ensayo, tan flexible como una liga

Por fortuna la forma del ensayo es flexible y se ajusta a la medida de cada escritor. Por ejemplo, González Torres abordó el ensayo con una mirada crítica, pero hay otras expresiones de este género literario, como el de Marco Lagunas, quien eligió una mezcla entre humorismo y seriedad descriptiva para plasmar los ensayos que conforman su libro Centro de gravedad, tomo ganador del premio nacional de ensayo José Vasconcelos (y aquí otra vez Vasconcelos) 2010. Se trata de una serie cuya columna es aquella locura o necesidad imperiosa del escritor por desplegar su imaginación para construir ideas. Lagunas toma como punto de partida el tema de la gravedad y la levedad del ser bajo la premisa de que Cyrano de Bergerac, en su literatura, planteó antes que Isaac Newton la existencia de esta fuerza que actúa sobre los cuerpos del Universo. El joven ensayista confronta la ley de gravedad vista desde la ciencia con Newton y desde la perspectiva fantasiosa de Bergerac. La primera es fría y lógica, mientras que la idea desarrollada desde las letras por Cyrano invita al lector a soñar con que esa fuerza puede actuar de forma diferente en otros astros para poder emprender el vuelo.

ensayo-aguilar2.jpgMarco Lagunas, sin afirmaciones tajantes como lo aprendiera del propio Montaigne, traslada esta fuerza gravitatoria y la enfrenta al mundo literario en donde cientos de escritores la han roto una y otra vez con la imaginación, para que los protagonistas de cuentos, novelas, obras de teatro y poemas puedan quebrar la razón y liberarse para caer, para volar, para saltar o para describir simplemente el vértigo que produce la caída o el impulso. En estos ensayos escritos con inventiva y con sentido examinador, el autor, sin afirmarlo, llega a la conclusión de que la imaginación humana, a través de la literatura, ha roto y romperá todas las fuerzas de la razón.

Asimismo existen en Centro de gravedad ensayos que critican el prejuicio impuesto sobre la poesía y la vida de Bertolt Brecht, sobre la necesidad de Günter Grass de escribir “historias de mentiras” desde la sinceridad y perspectiva de un pequeño, o simplemente sobre el proceso creativo de los cineastas alemanes, quienes han creado esos “tiempos muertos” en las películas, esas secuencias lentas que permiten la reflexión y el ensueño al espectador. Ensayos escritos con un tono sarcástico, con buena argumentación, documentación y con creatividad, hecho que se agradece para incitar a la lectura de estos autores.


Lo importante es la forma, no el fondo

Esta imaginación y descripción de tono personal que utiliza Lagunas estuvo siempre presente desde el nacimiento del ensayo moderno, cuando por ejemplo, en alguno de sus textos, Mointaigne redactó su reacción ante el miedo, cuando en ocasiones, ante alguna situación peligrosa, podía quedarse parado o echarse a correr. A él le parecía curioso que ocurrieran ambas reacciones, y para el lector es también curioso cómo un escritor que conocía de pies a cabeza a los autores clásicos podía haber escrito algo sobre un sentimiento común y corriente como el miedo.

Éste es el ensayo literario puro, donde no importa tanto el tema a tratar y en cambio sí la forma en que se trata. Un ejemplo de este tipo de ensayo apareció a finales del 2010, se trata de  un vivo ejemplo bajo la pluma del escritor estadounidense Phillip Lopate. Retrato de mi cuerpo, de Tumbona Ediciones, es una recopilación de ensayos que Lopate publicó, en su mayoría, en periódicos y revistas y en los que, de manera sencilla y divertida, el autor transforma temas que podrían ser banales en verdaderas historias llenas de fantasía. Aunque no dejan de ser ensayos, Phillip relata, como si fuera una crónica, situaciones que le han ocurrido y las entrelaza con sus lecturas, sus autores preferidos, con anécdotas de sus amigos, con referencias cinematográficas.

ensayo-aguilar3.jpg Así Lopate advierte, como lo hizo también Montaigne, que él no convencerá a nadie, pues sólo explicará sus aficiones y sentimientos en torno a su cuerpo, a su pasión por rascarse y sacarse la pelusa del ombligo o el cerumen del oído, a describir su larga nariz o a descubrir la parte más humana de su maestro y amigo Donald Barthelme. Escribe sobre su afición al cine y sobre su gusto inconsciente por callar a los que hablan en las salas cinematográficas, sobre su encuentro casi místico y poético al observar largas secuencias en una película, sobre la desconfianza que le producen los desconocidos o sobre la incomodidad del término “Holocausto”, tomando en cuenta que él también es judío.

Este ensayista convierte lo inenarrable en una historia cautivadora y amena, en donde la inteligencia provoca que la realidad parezca ficción o viceversa. Estos ensayos, que también son artículos periodísticos, que también son crónicas y estudios, tienen todo el potencial de crear dudas o nuevos mundos visibles y sensibles dentro de una realidad que algunos se esfuerzan porque sea estática. Son estos ensayos laboratorios de la imaginación y la inteligencia, donde todo es susceptible al debate, donde no hay verdades absolutas, donde triunfan la libertad, la imaginación y el diálogo.



Más ensayos aquí...


Ilustraciones:
José Vasconcelos, La otra raza cósmica
http://www.almadia.com.mx/catalogo.php?id_libro=106

Armando González Torres, Las guerras culturales de Octavio Paz
http://www.ficticia.com/alejandria.shtml

Marco Lagunas, Centro de gravedad
http://www.conaculta.gob.mx/tierra/images_cont/
publicaciones/401_450/publicaciones_414.htm


Phillip Lopate, Retrato de mi cuerpo
http://www.tumbonaediciones.com/tumbona/
titulos/derivas-col/retrato-de-mi-cuerpo

Marcos Daniel Aguilar (Ciudad de México, 1982). Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Es columnista de Relatos e historias en México, Maldoror, revista de la ciudad de Montevideo y Mundo Equino. Es colaborador de Rúbrica de la UNAM y La Jornada Semanal. Es editor de la gaceta Cariátide, brevedades literarias. Coautor del libro Facciones, ensayos sobre Alfonso Reyes, editado por la Universidad Veracruzana (2012). Su libro de ensayo Un informante en el olvido está próximo a publicarse por la Dirección General de Publicaciones de Conaculta.

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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fecha de la última modificación 10 de abril de 2024.

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