Mientras me aplico el labial y me pongo las medias, el sol se asoma por la ventana, riendo de lo absurdo que puede ser el mediodía. Marina está escondida bajo las sábanas; aún le faltan tres o cuatro horas para levantarse. Siempre huye de la luz y sale de su escondite cuando el viejo swatch marca las once más o menos.

Ya no tengo cigarros, pienso. Esos bastardos de Camel se empeñan en vaciar los bolsillos de la gente, y cuando uno comienza a acostumbrarse al precio de su producto, te acribillan por la espalda.

el-espejo_cathyk.jpgEs la quinta vez que despierto con dolor de cabeza este mes. Ella me pidió sexo anoche, a sabiendas de lo exhaustivo que puede ser mi trabajo. Odio cuando lo hace. Sin embargo, la resaca y el dolor en los genitales son parte del show, y no encuentro una excusa mejor para levantarme por las mañanas. Tengo además una nueva cicatriz en el hombro. Uno de esos maricas del centro quiso tocarme y lo rocié con spray. Se retorcía como un puerco mientras arremetía contra mí, hasta que me alcanzó apenas arriba del brazo. Llevaba un anillo con una piedra de imitación (típico de esas bestias) que me rajó la piel e hizo brotar la sangre. Gajes del oficio, qué se puede hacer.

La radio que tenemos en el cuarto de baño suelta leves notas que hablan del fin del mundo como si se lo creyera, mientras yo, que estoy en el borde de lo absurdo, me amarro el cabello con toda la fuerza de una señorita que expía sus culpas. Aquella melodía me transporta años atrás, cuando fuimos de vacaciones y tuvimos que permanecer casi once horas en el avión. Para cuando aterrizamos estaba tan borracho que apenas podía diferenciar las nubes del humo que expedía por la boca, por la nariz. Buenos tiempos sin duda.

Puedo notar las arrugas en mi rostro. El vello de las axilas es cada vez más grueso, como mis secretos. El ambiente matutino siempre es gris, el vapor de la regadera se encarga de ello. Tomo el primer rastrillo a la vista y comienzo a subirlo y a bajarlo suavemente por mis piernas, por las ingles, y por los recuerdos de aquel hombre que alguna vez prometió rescatarme de la oscuridad, y me dejó aullando como una vaca en un matadero. (¡Bendito, maldito seas!)

No llego al extremo de pintarme las uñas, aunque lo deseo con fervor. Encontré un lindo barniz en el súper hace unos días; lo compré, pero aun así no puedo.

el-espejo_klsa12.jpg—¡No es justo! —le digo a Dios. Alguien que se preocupa tanto por la belleza física puede olvidar la percepción que el mundo tiene de las cosas.

Sería lindo quedarme así para siempre. Admirando la figura en el espejo, la elegancia y el porte de mis movimientos. Lo grácil de mi figura. A pesar de ello, recuerdo que son casi las siete y media y debo prepararme para largarme a la oficina.

—Cinco minutos, nada más cinco minutos —me digo, sentándome en el excusado, y observando en lo que me he convertido por un instante, y sólo para mí, yo soy la estrella que ilumina la mañana...

Y así, mientras me entretengo y enciendo un pitillo, la realidad vuelve golpeándome en los oídos con un llanto que crece desde la habitación contigua. La bebé está llorando otra vez. Marina se revuelve entre las cobijas, y se levanta lentamente. Cuando alza su rostro desmaquillado y viejo, puedo ver esas vacaciones de nuevo. Puedo ver las comidas familiares y toda la hipocresía que inunda nuestro matrimonio, su matrimonio. Tengo ganas de tirarme por la ventana, desaparecer de una vez por todas, y buscar una satisfacción dentro de toda esta mierda. Sin embargo, no puedo moverme. Ha abierto los ojos, y me ha visto. Por primera vez en muchos años, me ha visto, y a pesar de todo el rencor que le guardo, no puedo sino lanzar una simple pregunta al aire.

—¿Sigo siendo el hombre de tus sueños?


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Ilustración:
  CathyK: www.sxc.hu
klsa12: www.sxc.hu

Leonardo González Vidal (Ciudad de México, 1989). Estudió Literatura y Lenguas Modernas-Inglesas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. En 2010, obtuvo mención honorífica en la categoría de cuento corto en el concurso de la revista Punto de Partida, y presentó ponencias en la Facultad de Filosofía y Letras acerca de "Hunter S. Thompson y el periodismo Gonzo". En 2011 dio una serie de conferencias en la Universidad Anáhuac (campus Querétaro) sobre Ken Kesey y su libro One Flew Over The Cuckoo's Nest. Es profesor en la Universidad de León (campus Querétaro) y traductor freelance.

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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