Buda blues
Mario Mendoza
Seix Barral
Barcelona, 2010


 

resena-buda-blues.jpgLa narrativa del colombiano Mario Mendoza alcanza en esta obra un no despreciable escaño. Siete años después de su celebrada —y vilipendiada—, novela Satanás galardonada con el premio “Biblioteca Breve” en 2002, surgió Buda Blues como una respuesta a la incertidumbre y al caos regente de aquel libro. Si en Satanás el mal es percibido como el único horizonte, aquí los personajes Vicente y Sebastián descienden nuevamente a los infiernos pero vuelven a ascender y desde ese otero logran contemplar una salida, una esperanza multiforme.

Buda blues es una novela epistolar dividida en tres capítulos, cada uno con dos cartas. Las historias se presentan paralelamente, dos espejos que se aproximan y llegan a cruzarse. Y el mecanismo es explícito. Vicente, maestro de sociología taciturno y retraído, vive una aventura que lo agolpa y lo remueve, ante la cual no puede permanecer inactivo. Sebastián, viajero intrépido, espontáneo, audaz, pasa por prisión, donde se encuentra con el pensamiento zen, lo que modifica su comportamiento y su cosmovisión, lo arroja a sí mismo, a sus temores y culpas. El cruce geográfico es de igual manera inverso. El hijo pródigo vuelve a casa, Bogotá, y el hermano mayor sale. En esta novela Mario Mendoza nombra aquello que sabemos que existe pero que no alcanzamos a comprender del todo, antes bien, lo imaginamos como algo disperso, imposible de aglutinar. Adscrito a las teorías conspirativas, existen redes interconectadas en el mundo que subsisten sólo a costa del aprovechamiento de los demás, el epítome del  neoliberalismo. A éstos, Mendoza les denomina La Cosa. Simétricamente se encuentra La Organización, grupos también interrelacionados de hombres y mujeres que se resisten a caer presas del sistema y que buscan, con las mismas armas, una liberación. Los dos extremos, cosa lógica, llegan a tocarse ya que debajo de La Cosa y La Organización, Vicente y Sebastián descubren que laten las misma pasiones negativas del hombre, el rencor, la maldad, la codicia, el ansia de control y la mentira. Por lo tanto ante la imposibilidad de un heroísmo protagonista y colectivo, pasamos a un heroísmo íntimo que no por ello deja de tener repercusiones sociales, solamente que a menor escala. La lectura y la ayuda al prójimo son herramientas redentoras, ya no un mitin o una marcha, mucho menos una trifulca civil.  

Cultivador del género negro, Buda blues confirma que Mendoza posee un gran manejo de la tensión narrativa. La novela nos conduce desde las favelas de Río hasta una prisión en Calcuta donde conocemos a un maestro zen, a un travesti moribundo y a un cantante de blues. El mural a escala global es, pues, otro acierto de la obra. No podemos negar algunos defectos que desde el 2002 han sido puntualmente señalados en la obra de Mendoza y que no se han ido del todo, a saber, la caracterización física del cuerpo femenino nutrida de lugares comunes, la elección transparente y desafortunada de los nombres (otra vez femeninos) y la recurrencia (¿obsesiva?) a algunos tópicos como el doble y la prostituta redimida que encarna la bíblica figura de Magdalena. En cuanto a los diálogos, es clara la influencia de las series de televisión y del cine; sin embargo, más que un error de la obra, esto me parece un reflejo de la época que circunscribe al autor.

Las novelas de Mario Mendoza siguen siendo un retrato de la época que azota a Hispanoamérica; sobretodo a Colombia y más recientemente a México; por ello, podemos colocarlo junto a autores como Élmer Mendoza u otros más jóvenes como Yuri Herrera en el caso de México, y junto a la casi mítica figura del brasileño Rubem Fonseca. En Colombia no podemos pasar por alto la obra de Fernando Vallejo. Pero Mendoza no se ahoga en la primera persona, antes bien, busca profundizar en el conjunto de la sociedad, en sus causas y en sus devenires.  

El espíritu mesiánico presente en Buda Blues confirma lo que Lipovetsky ha apuntado como rasgo característico de las sociedades posmodernas: en el ámbito de la fe, el hombre se sienta a la mesa y, como de un menú, amalgama los elementos que prefiere de la tradición que mejor le plazca, conforma una propia e individual manera de acercamiento a la divinidad.

Basta señalar, por último, que hay temas que exigen su constante tratamiento: el mal, la esperanza. Ante ellos, Buda blues constituye una novela si no suficiente, sí viable y necesaria.



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 Samuel Lagunas (Querétaro, 1989). Es estudiante de Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Sus poemas han aparecido en dos antologías: La Antología del Maratón. Reunión de poetas noveles (Épica, 2009) y Besar de lengua, (Instituto Queretano de la Cultura y las Artes, 2011). Es columnista en el semanario Bitácora.

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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