Talpa de Allende (Jalisco)

El camino a Talpa de Allende es un caracol maldito. Curva tras curva, se llega hasta donde está la Virgen. Si no cumples lo que prometes te convertirás en piedra. Media hora antes de llegar a Talpa y bajar al infierno por la Cruz de Romero, uno se topa con una danza de unas sesenta personas que se hicieron piedra por negarse a pagar una manda. La Virgen los castigó a todos y los convirtió en una piedra inmensa. Yo digo que es piedra volcánica, pero mi abuela dice que es una danza, y me castiga con un coscorrón.

Talpa huele a guayaba requemada. Entre el polvo de un viejísimo mercado se pasean dos perros flacos y vagabundos. Con una mirada tristísima les anuncian a los visitantes que aquí es Talpa. No ladran porque no pueden. La tristeza los ha dejado emperradamente mudos. Las personas de los alrededores te ofrecen arrayanes en bolsas, dulces de guayaba empaquetados y unos chicles durísimos que huelen a culo de señora. Eso es Talpa a mediodía. Una revolvedera de panza con danzas de perros tristes y sonajeros cansados. Los sonajeros llevan tres días de camino bailando, por eso están tan cansados.

lugares-siniestros-talpa-de-allende.jpgEl templo de Talpa es el único refugio para los desprotegidos. Es la boca del cielo dentro de un infierno que parece estómago. En el templo y ante la Virgen, un aire fresco te purifica el cuerpo, pero no se alivian las dolencias. Ahí viene una persona con la pierna rota, y otra más con el brazo lastimado. Doy gracias a la Virgen porque el alma rota no se ve, si no, ahora mismo, yo estaría provocando una lástima de perro de mercado.

Después de cumplir la promesa, uno puede llorar desconsoladamente. En el templo todos somos hijos de la Virgen y ella habrá de apapacharnos. Hay que dejar una limosna decente. Y como en los bancos, pase por favor con la cajera de la sacristía, deje su donación y ella le entregará un bauche que podrá canjear por su santo favorito. Hay de todo: San Antonios y Virgencitas. También hay escapularios de colores y medallones de oro falso. Persígnese antes de salir. El tufo del infierno entra fuerte desde la ventana.

Lo de afuera no fue sólo una alucinación. Los perros y los vendedores se han multiplicado como el pan. Ahora no sólo venden chucherías, también venden hierbas y lociones. Se acercan de nuevo las niñas de los chicles pestilentes. Si mascas un chicle de Talpa se te afloja un diente y te quedas en las encías. Mejor aprieta el paso ignorando lo que te rodea. No mires a los danzantes porque querrás darles para un taco. Corre y huye bendecido, el regreso a casa es la hora anhelada.

Subiendo a la Cruz de Romero, ya sea en automóvil o a pie, hay una señal divina que te indica que el sacrificio está saldado. El aire del bosque te empieza a nutrir el alma, te la cura y la envuelve en vendajes de alcanfor y poesía. Justamente ahí es cuando uno cree en los milagros de la Virgen.



Tzintzuntzan (Michoacán)

En Tzintzuntzan hay que meterse en las tumbas para que no te vean. Los vivos no respetan a nadie. En media docena de sepulturas abiertas, doce jóvenes exploran los cuerpos. Se lamen las mejillas para curarse del frío. Tzintzuntzan, en noviembre, es un témpano de hielo que te provoca erecciones monstruosas. Las damiselas se mojan con cerveza. “Es la mejor fiesta de nuestras vidas; celebramos con ritos a muertos que no son nuestros.”

lugares-siniestros-tzintzuntzan.jpgAntes de las seis de la mañana, el velador del cementerio pasa por su comisión. Se lleva entre los guantes medio cartón de cerveza y una cajetilla completa de Marlboro. Da su bendición para que sigan jugando. Se va, pero antes deja una última recomendación: “No vayan a dejar los calzones porque me meten en problemas.” 



Comala (Colima)

En Comala las paredes de las casas son blancas y silenciosas. Mentira que algunas guarden ecos y esas otras cosas que tanto asustan a niños y borrachos. Un niño le contó a su madre que por la Media Luna hay un anciano sin ojos, pero con cara de vivo, sentado en un equipal. Su mamá no le creyó ni media palabra y lo mandó con el loquero para que olvidara todo.

Comala, de día o de noche, es el meritito infierno. El infierno no necesita sol, ni lluvia, ni viento para reconocerse. Comala es el eterno fogón de las tortillas prendido a todas horas. Hay que tomar agua fresca continuamente para evitar las alucinaciones. Un borracho le contó una vez al sacerdote que el nombre de Eduviges Dyada, la mujer más vieja de Comala, estaba escrito en un libro muy maldito y tenebroso. El padre lo mandó al diablo y le hizo rezar treinta padrenuestros para que olvidara todo.

 

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Ilustraciones:

Diego Armando Arellano (Ciudad Guzmán, 1984). Estudió periodismo en la Facultad de Letras y Comunicación de la Universidad de Colima. Ha colaborado en El Comentario, el suplemento periodístico Andante, Revista Cuadrivio, Punto en Línea y El Juglar. Ha publicado cuentos cortos y reseñas literarias en los suplementos Destellos y Reflexiones. En 2010, su cuento "El Naranjo" obtuvo la primera mención honorífica del concurso estatal de cuento Murmullos en el Llano "Juan Rulfo".

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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