Narco Troia (fragmento)
                    
1

Después de la sangre barrida con agua y jabón en polvo, el trapeador con pinol
limpia el cuerpo que en vida fue baleado en un lugar del corazón de la ciudad que corrió a refugiarse en el puerto de los muelles desolados, mientras que una sombra de sangre le sigue los pasos.

El mar, de fondo, ajeno a otro mar de sangre, fulgura líquido con la tranquilidad de quien reposa de embarcaciones y naufragios, llegando lánguido a la orilla de las playas, entrando a él una mujer desnuda con los ojos entrecerrados, dejándose hacer la mujer con el agua y la sal.

Así, con el torso tronco del país en sombras, las cabezas y las extremidades son puestas en hieleras al sol, enfriándose y asoleándose en lados moridores y aparadores de calles y banquetas, rezumando en la refrigeración y en la insolación un fuerte olor y dolor desde las cabezas a las extremidades, porque los ojos desorbitados y los pies descalzos yacen mirando para no ir a ningún lugar con el torso tronco del país en sombras.




2

La mujer, de regreso a la arena, se envuelve en una toalla de cuerpo entero y se extiende con toda la sensualidad de quien ha sido extasiada con el yodo cordial de las olas.

Y desde algún lugar alado del cielo, pelícanos y gaviotas la sobrevuelan con la pesadez y la levedad de una liviandad remota como el albatros de Baudelaire que, con el aire spleendoroso de Baude, la toca de la rosácea vagina a la roja boca dejándose rehacer como quien abraza un montículo de arena siendo el tálamo y el túmulo de los amantes muertos en vida, la vida que todo lo llena y lo vacía.




3

Aunque nunca ha sido tarde para un pero que valga en este país de sombras, nunca es suficiente para el corte final de una jornada periodística que nos sustraiga e impacte en el lugar común de todos los actos y hechos, porque si alguien ha sido baleado en la cabeza, y no en su blindado pecho, es porque alguien tiene que correr la noticia como un flamazo de pólvora y un chorro de sangre, siendo la misma mujer herida en una pierna cuando la tuve entre mis piernas, jadeante y desnuda, saliendo de aquella habitación de aquel motel de paso con rumbo a la soledad sangrienta de las playas en el noroeste Pacífico.

Me dolió su herida en mi pene erecto como un bergantín contra viento y marea, viéndola tocarse la herida y con el dedo cordial de su mano derecha chuparse la sangre como una vampira a mediodía, mirándome en sedal desde su sensual reojo.

Ella era Plurima Simulacra Mundi, alias Narco Troia, y al no ser la cantante que todos esperaban cantar de ella, se sabía de endenantes que era amiga y protectora de todos los gatos y perros callejeros en el país de sombras, y que los únicos perros famélicos en el día así como los únicos gatos pardos en la noche, no eran los perros ni los gatos, sino los pobres hambrientos padeciendo dos enfermedades: la indolencia y la indiferencia sociales.

Cuando la conocí, no hice más que besarla románticamente y estrujarla violentamente, besándole y estrujándole el clítoris enardecido, viniéndoseme en la boca como quien bebe agua de un charco de agua salada.




4

Cuando miré hacia al país de sombras, ya no la vi en la playa ni entre mis piernas, porque en la soledad de los desiertos y de los lotes baldíos, hay fluidos corporales que se adensan, se secan y se agrietan en la piel de la ciudad que ha pasado del verano de las moscas al otoño de los zancudos que pululan sobre los charcos y las charcas de esos miasmas y de esas marismas que se volatizan en el hedor de las heces fecales, volando de nariz en nariz como la cocaína en las fosas nasales que, cuando no son las fosas nasales, son las fosas comunes que son los cuerpos insepultos en los desiertos y en los lotes baldíos en el país de sombras con un mar de fondo donde los puertos y los muelles amarran a los barcos a los duques de Alba, así como los cuerpos son levantados y ejecutados con las manos atadas a sus espaldas bajas.








Nino Gallegos (El Paso Resbaloso, P.N. Durango, México, 1957). Profesor en la Facultad de Ciencias Sociales desde 1993, en el área de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Sinaloa-Zona Sur en Mazatlán, Sinaloa.  Profesor en filosofía, literatura, periodismo y semiología. Crítico en Estética, periodista cultural y animador sociocultural de manera alternativa. Colabora en la sección cultural del periódico El Sol de Mazatlán, con la columna “Trópicos Subterráneos”, así como en algunos medios impresos y digitales de la República Mexicana y Latinoamérica. Como fundador y coordinador en el colectivo del taller literario Inés Arredondo, publicó 5x3=8: Proa MarAdentro (Difocur, 1988). Es autor de: De la piel de húmedos vientos trópicos y la tristeza silenciosa en barcos vacíos (Difocur, 1989), Agua que se está haciendo tarde, tarde que se está haciendo agua (EdiUAS, 1997), Andar en la soledad del puerto, con la cabeza a pájaros (Difocur-Editorial Praxis, 2001), Aludra (Serie La Luna del Dragón, Instituto Sinaloense de Cultura, 2010). Aparece en una Antología de Escritores Sinaloenses y en el Diccionario de Cultura Sinaloense. Becario-Foeca, 1996-1997.

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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