Historia

Se levantó vieja al fin, sola,
huesos en una cama, ni un diente
en su cabeza, medio muerta, se arrastró
y cojeó escaleras abajo,
en los harapos de su camisón,
oliendo a orines. 

               Sorbió té con la mirada fija
en su mano —ramas, guantes manchados—
jadeó y tosió, cogió
el abrigo que colgaba de un gancho
en la puerta, se dejó caer en el sofá,
se quedó dormida, roncó. 

                Era la Historia.
Había visto cómo lo bajaban
de la cruz, su madre ahogándose
para respirar, como si su muerte  
fuera un parto difícil, los soldados arrojando salivazos,
lanzas sobre la tierra;                                    

                   había estado ahí
cuando el pescador juró que regresaba
de la muerte; había visto las basílicas levantarse
en Jerusalén, Constantinopla, Sicilia; contemplado
por cien años cómo el aire de Roma
se iba volviendo roca;

                     había sido testigo de las guerras,
las sangrientas cruzadas, que conocía por fecha
y por nombre, Bannockburn, Passchendaele,
Babi Yar, Vietnam. Ella había oído las últimas palabras
de los mártires quemados en estacas, los asesinos
colgados por el cuello,

                   había visto de cerca
cómo el santo silbó y escupió sobre las flamas,
cómo el dictador pavoneándose y balbuceando película
se voló los sesos, cómo los niños agitaban
sus pequeñas manos desde los trenes. Se despertó de nuevo,
con frío, en medio de la oscuridad,

                     en la casa vacía.
Ladrillos atravesando la ventana, ahora, ladrones
a mitad de la noche. Cuando tocaron el timbre
no había nadie ahí grafiti fresco escurriendo
sobre su puerta, mierda envuelta en un periódico aventado
al suelo.



Señora Lázaro

Yo había penado. Había llorado por un día y una noche
mi pérdida, arrancado la ropa con que me casé
de mis pechos, aullado, chillado, arañado
las piedras del entierro hasta que mis manos sangraron, había vomitado
su nombre una y otra vez, muerto, muerto.

Fui a casa. Demolí el lugar. Dormí en una simple cuna,
viuda, un guante vacío, medio fémur blanco
en el polvo. Metí trajes oscuros
en bolsas negras , me arrastré en los zapatos de un difunto,
até el doble lazo de una corbata alrededor de mi cuello desnudo,

monja enjuta en el espejo, tocándose ella misma. Aprendí
las Estaciones del Duelo, el ícono de mi rostro
en cada sombrío marco; pero todos esos meses
él se alejaba de mí, encogiéndose
al mínimo tamaño de una foto, yéndose,

yéndose. Hasta que su nombre no era ya un hechizo cierto
para su rostro. El último de sus cabellos
flotó desde el interior de un libro. Su aroma se fue de la casa.
Se leyó el testamento. Es decir, se disipaba
en el pequeño cero del oro de mi anillo.

Entonces se marchó. Entonces fue leyenda, lenguaje;
mi brazo en el brazo del profesor —el choque
de la fuerza de un hombre bajo la manga de su abrigo—   
a lo largo de los arriates. Pero yo fui fiel
el tiempo que tomó. Hasta que sólo fue recuerdo.

Así pude soportar esa mañana en el campo,
en un chal de aire fino, sana, capaz
de mirar el borde de la luna aparecer en el cielo
y una liebre temblar en un seto; entonces advertí
que los hombres del pueblo corrían hacia mí, gritando,

detrás de ellos las mujeres y los niños, perros que ladraban,
y supe. Lo supe por la perversa luz
en el rostro del herrero, los ojos agudos
de la cantinera, las súbitas manos que me llevaban en andas
hacia el caliente tufo de la multitud partiendo frente a mí. 

Él vivía. Vi el horror en su cara.
Oí la loca canción de su madre. Respiré
su hedor; mi novio en su mortaja putrefacta,
húmedo y desarrapado por la laxa mordida de la tumba,
graznando su nombre impuro, desheredado, fuera de su tiempo.



Premoniciones
 
                                                      Dedicado con amor a la memoria de UA Fanthorpe


Nos conocimos por primera vez cuando tu último aliento
se enfriaba en mi mano como un huevo;
tú muerta, y un tordo a lo lejos
cantó que era de mañana.
Retrocedí fuera del cuarto, sintiendo
las flores frescas y resplandecientes en mis brazos.

La noche anterior nos encontramos de nuevo para desdecir
insoportables adioses, para ver
nuestros ojos iluminándose con lágrimas reatadas.
Oh yo tuve mi súbito deseo
—aunque apenas te conocía—:
pararme en tu puerta,
sentir mi ritmo cardíaco calmarse
mientras te llevaban a casa, a casa y sanando.
Después lentas semanas quitando la silla de ruedas, las drogas,
la máscara de oxígeno y el tanque, la cómoda,
las tarjetas de visita,
hasta que fue verano otra vez
y te vi abriendo las puertas al regalo de tu jardín.

Extrañas y hermosas a la vista
las rosas cercanas a sus propias premoniciones,
el pasto dulcificado y fresco y verde
donde un mirlo soltó a un gusano en la hierba.
Estabas ahí,
un vaso de vino ácido en cada mano,
caminando siempre hacia mí, tu magnolia
uniéndose ella misma al aire de mayo.

¡Cómo hablabas! Y cómo escuchaba yo,
extasiada, humilde, hija tuya,
tus altas historias, tus palabras sabias,
la alegría de tu acento no inglés, danzante, gracioso,
viendo tu pelo de ceniza estallar y enrojecer,
la tierna letanía acerca de los que habíamos sido,
obligándome a poner mis manos en tus cálidas manos,
más jóvenes de lo que ahora son las mías.
Entonces tiempo sólo de la luna. Y el bálsamo del crepúsculo.
Y tú mi madre.


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Carol Ann Duffy (Glasgow, 1955) es poeta, poet laureate desde 2009. Es catedrática de poesía en la Manchester Metropolitan University. En 1983 obtuvo el premio de la National Poetry Competition; en 1988 el Somerset Maugham Award y en 1993 los premios Costa Book Award y Forward Poetry Prize. Ganadora del T.S. Eliot Prize en 2005. Ha ganado en varias ocasiones el Scottish Arts Council Book Award. Entre sus poemarios encontramos Fleshweathercock and Other Poems (1974), Beauty and the Beast (1977), Carol Ann Duffy: Selected Poems (1996), More Grimm Tales (1997), Another Night Before Christmas (2005), Moon Zoo (2005), Rapture (2005) y The Lost Happy Endings (2006).


Rodrigo Alberto Círigo Jiménez
(Ciudad de México, 1992) es poeta, orador y traductor. Obtuvo el primer lugar en el VI Concurso Nacional de Expresión Literaria “La juventud y la mar”, por el estado de Michoacán (Semar-Conaculta, 2006). Ganador del Primer Concurso de Oratoria del Sistema Incorporado (UNAM, 2008). Primer premio en la categoría de Traducción Literaria del Concurso 39 de la revista Punto de Partida (UNAM, 2008). Mención especial en el VII Shakespeare Competition (TAMF, 2009). Miembro del jurado del International Speech Contest (TI, 2009) y del consejo editorial del periódico Reforma. En 2010 participó en el Shakespeare Schools Festival. Actualmente estudia en El Colegio de México.

 

 

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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