¿Legitimación? Cuestiones editoriales El verdadero problema no está, empero, en el título del libro sino en que haya sido el FCE el editor. En el ánimo de algunos escritores mexicanos, y sobre todo en aquellos que sufren de una inseguridad fatal en cuanto a sus propios méritos, el FCE tendría que equivaler al Instituto Federal Electoral, a una institución dedicada a garantizar la igualdad de las oportunidades y la equidad en el reparto público y multitudinario del reconocimiento. No me parece que a Mario Santiago le interesara publicar en el Fondo o en cualquier otra institución, dado que funda la editorial independiente Al Este del Paraíso junto con Marco Lara Klahr, María Hernández Colín, entre otros. Tampoco podemos olvidar que la edición de Jeta de santo no corre a cuenta de la casa matriz del FCE, sino de la filial en España, probablemente como consecuencia del lanzamiento, por parte de Anagrama, de La universidad desconocida, recopilación de la poesía de Roberto Bolaño, y en última instancia como consecuencia de la popularización de la obra infrarrealista (léase Bolaño). Esto queda claro en la introducción que hace Mario Raúl Guzmán al libro: “Nadie hallará en este volumen los poemas de Ulises Lima, sino los que Mario Santiago Papasquiaro suscribió con su vida y con su muerte.” Con vocablos exclusivamente peninsulares, como “cabreados”, la introducción está claramente enfocada a un público español, familiarizado con Los detectives salvajes pero no con las frágiles vanguardias poéticas mexicanas; y aunque Guzmán procura desprender a Santiago Papasquiaro de la sombra de Bolaño, parece ya inevitable la comparación entre el personaje y su modelo, al tiempo que devela las estrategias mercadotécnicas que yacen por debajo de la celebración literaria que el volumen debe significar para los infrarrealistas sobrevivientes. Por lo mismo, resulta sintomático que circulara en Esapaña antes que en Latinoamérica y, particularmente, en México, donde no hubo una amplia difusión del volumen que, de acuerdo con Orlando Guillén, es “de portada sólo para gambusinos tenaces de Eldorados del verso y casi imperceptible al público lector normal, lo cual no creo que sea intencionado”. ¿Será?
Los poemas. Direcciones y desviaciones
Jeta de santo está compuesto por tres apartados que no siguen un criterio temático. La primera, ¿Quién eres? Soy un extranjero para dios / para la policía, para mí mismo, incluye una selección de sus poemas de juventud, “poemas jubilosos, de carga de vida alborozada, sostenidos de principio a fin por una entonación libre de adherencias disonantes”, una entonación que, según Guzmán, es la mejor de las cualidades de Mario Santiago: “esto lo distinguió poeta a una edad en que solemos ser copistas: su voz inconfundible”. Su técnica podría definirse (en términos bastante burdos, cabe decir) como una serie de variaciones o (siguiendo su lógica alucinógena) desvariaciones sobre un tema determinado. Esto queda bien ilustrado en “Puerto Ray Bradbury”:
Zarpan los alucinados O como en “Callejón sin salida”, que abre la sección Soy 1 piel roja…:
Callejón sin salida / ayúdanos Aunque no siempre obtuvo resultados tan acertados. Una poesía “[d]inámica, alógica, irreal”, que, de acuerdo con Guzmán, sería el punto de partida de sus metáforas más descabelladas: “Era a tal punto rica la veta con la que topó en ¿Quién eres…? […] que creyó inagotable ese filón. Deambulaba alucinado por galerías subterráneas…”
En la sección Soy 1 viejo piel roja que no marchará nunca en fila india se explotan los recursos encontrados en ¿Quién eres…? Los textos de Así vinieran del infierno (una cita de Robert Lowell) destacan por ser, Guzmán dixit, “poemas en los que despliega sus habilidades retratísticas, una suerte de dibujos a mano alzada de personajes de estirpe afín a la suya”. Así recuerda a Huerta en su poema “Infraín Huerta (1914-1982)”:
El volumen cierra con su poema de juventud mejor logrado, Consejos de 1 discípulo de Marx a 1 fanático de Heidegger, título que Bolaño parafrasearía para su primera novela, Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce:
En su introducción, Guzmán afirma que junto a Rebeca López (viuda de Mario Santiago) seleccionaron 161 poemas de entre unos 1,500. La sorprendente irregularidad de los textos escogidos hace pensar que dicha cantidad no resulta tan sorprendente después de todo. Sin embargo, sobresalen textos como “Vas a morir…”, “Devoción Cherokee”, “Memoria histérica”, el díptico de Huerta, “Ya lejos de la carretera” o “19 de septiembre de 1985”. No puedo dejar de hacer notar que en los últimos tres poemas mencionados, la presencia de Huerta es muy fuerte, evento que, como sucede por lo general en lo que respecta al poeta guanajuatense, ha sido poco analizado.
Este volumen retoma algunos textos incluidos en libros publicados anteriormente como Pájaro de calor. Ocho poetas infrarrealistas (1976), y Aullido de cisne (1996) con algunos ajustes editoriales para uniformar el conjunto, pero en su mayoría se trata de material nunca antes publicado,1 no incluye ni siquiera los poemas de Respiración del laberinto (poemario en PDF incluido en el número sobre infrarrealismo de la revista multimedia Nomedites), ni poemas sueltos publicados en revistas y suplementos culturales, entre ellos “Eme Ese Pe” que, de acuerdo con Fabre, “probablemente sea su último poema”.
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Para comprender la travesía poética de Mario Santiago, Mario Raúl Guzmán nos advierte sobre un verso que repercute grandemente en su poesía y en su vida: “Si he de vivir que sea sin timón y en delirio”, el cual modificó ligeramente y usó para un poema suyo. Sorprendentemente, anota Guzmán, el verso es de Gilberto Owen, “aquel retraído del grupo sin grupo Contemporáneos que hizo de la poesía lírica una profesión melancólica”, y no del estridentismo que tanto interesara al joven Bolaño. Este eslogan, por así llamarlo, vendría a marcar toda una pauta de comportamiento dentro y fuera de la poesía de Santiago Papasquiaro, en textos como “Mi tenacidad es ciclónica” o “Rompecabezas-sanguijuela & vínculo”: Mi delirio es mi deleite Los mejores momentos de su poesía tienen como tema a la poesía misma, como en “Devoción Cherokee”, “La poesía sale de mi boca…” o “Tatuaje”:
Mi poesía es mi sonrisa También sobresalen “Puerto Ray Bradbury”, “Pirado estaría si no” o “Lo daría todo todo todo”, en los que deja manifiesto que la búsqueda del poeta se realiza en el espacio infinito de la divagación lírica, esto es, de la asociación indiscriminada de imágenes provenientes de las más diversas fuentes: poesía mística española, series de televisión, vanguardias artísticas europeas y latinoamericanas, todo mezclado con el alcohol y las drogas que lo obligarían a usar bastón en sus últimos años de vida.
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Bruno Montané, otro poeta chileno venido a México después de la caída de Allende, cuenta lo siguiente en una semblanza de Mario Santiago publicada en España: “Bolaño dijo de él que era uno de los pocos poetas en que vida y obra era imposible de imaginar separadas. Esa resolución, decía Roberto, le recordaba el caso de Rimbaud. Esa fusión apuntaba a una suerte de inmolación en la que la escritura era una de las formas de su ironía…”,2 el tema de la poesía como espacio de rebeldía y (hasta cierto punto) de autonomía del ser en Mario Santiago, tal y como quedó plasmado en poemas como “Devoción Cherokee”, dejó una huella imborrable en el carácter no sólo de su producción poética sino, si seguimos a Bolaño, de su vida misma. En “La baterista fenómeno” Santiago Papasquiaro dice: Esta niña amante segura de Bécquer Me imagino que, antes que tener una postura equivocada, ha de ser peor oponerse a todas las posturas imaginables. Eso deja a Mario Santiago en un desolador punto muerto de la historia literaria, de visionario que clama ante el desierto, como el Juan Diego de su propia invención, que confiesa en un monólogo dramático, como una figura fantasmal: No seré el mismo De alguna manera, la imagen de Santiago Papasquiaro pasa por el mismo proceso de subjetivación dentro de la tradición poética mexicana. Es imposible que una figura como la suya no genere controversia, incluso después de muerto. O se le odia o se le admira, pues él mismo se encarga de demostrar de qué lado está: “La poesía mexicana se divide en 2 / la poesía mexicana & el infrarrealismo.” Conclusión. Mario Santiago y el infrarrealismo
Mario Santiago no se desentendió del todo del movimiento como Bolaño. En una entrevista, Lara Klahr afirma que Mario Santiago deseaba que Al Este del Paraíso se volviera el órgano de divulgación exclusivo de los poetas infrarrealistas, mientras que él prefirió abrir el espacio a otros autores que poco o nada tuvieran que ver con este movimiento. Santiago Papasquiaro se refugió en este “ismo” como décadas antes lo hicieran los surrealistas, los estridentistas, los creacionistas y un largo etcétera. Cuando Orlando Guillén conoció el infrarrealismo a través de Montané y Bolaño, lo consideró “un movimiento sin ninguna base crítica, sin manifiesto, sin nada, un movimiento que consistía en adherirte a él. Lo que Roberto quería era que me declarara infrarrealista…” Era la misma táctica de otros jóvenes de Latinoamerica que buscaban alcances internacionales para sus colectivos, pero que en el caso del infrarrealismo sólo echó raíces en México y en los chilenos trashumantes; Guillén menciona más adelante que la intención de Bolaño era “venderte el infrarrealismo [como movimiento poético] y a Mario Santiago como poeta adolescente de México” dicho estigma de juventud parece haberlo acompañado durante toda su vida. Juan Villoro menciona en un artículo de La Jornada Semanal una historia que Mario Santiago le contó unos años antes de morir, de cuando bebió whisky por primera vez en casa de la familia de la familia Larrosa: “Hay cosas que te pasan sólo porque eres joven –dijo Mario–. Yo no tenía nada que dar a cambio de lo que me ofrecían en esa casa. Mi único mérito era ser joven”.3 Mario Santiago sufrió una variante literaria del síndrome de Peter Pan; no existe en su poesía una progresión de formas y temas, sino una repetición, hasta cierto punto, discrecional. Dice Guzmán certeramente: “el ripio escoltaba su vuelo”. La suya era una poesía de claroscuros, donde el asunto no es “agarrarle la onda” al tono, imágenes y léxico del poeta (como en el caso de, por ejemplo, Gerardo Deniz) sino deducir algún significado medianamente posible: un verdadero alucine poético. Así lo define Guillén: Yo creo que Mario Santiago hizo una obra efectivamente adolescente, y luego comenzó a deschavetarse, a perder el centro, no como Pound peleando contra el mundo sino contra sus propios fantasmas; no se pudo vencer a sí mismo que es algo difícil y que el camino de la poesía impone, conforme se va viviendo. Pero Mario no tenía una conciencia de transcurrir… nada más una conciencia de ser, de permanecer… vivía con consigna del día, y se dio cuenta que había de pronto pasado la juventud. Pero si atendemos a los poemas (que por fin están aquí, como bien celebra Fabre), veremos que en realidad no “perdió el centro” porque simplemente nunca quiso tenerlo desde un principio, por lo menos en lo que a su producción literaria respecta.
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1 Desafortunadamente, para los propósitos de este escrito, no se pudo consultar la selección del poeta incluida en la antología de jóvenes poetas latinoamericanos de Bolaño, Muchachos desnudos bajo el arcoiris de fuego (1979), ni la plaquette Beso eterno (1994), publicada como Aullido de cisne en Al Este del Paraíso.
2 Aparte del hecho de que Lara Klahr se enojara mucho con Montané por escribir este artículo, porque según él casi no conoció a Santiago Papasquiaro (lo cual despierta interesantes preguntas sobre la “autenticidad” o “legitimidad” en las declaraciones de los que hablan sobre su poesía, y sobre los individuos que están “autorizados” para hacer su exégesis). 3 Un pasaje similar (con una frase idéntica) acontece en El testigo, cuando Julio Valdivieso se encuentra a Ramón Centollo (alter ego de Santiago Papasquiaro en la novela) en el bar de la Casa del Poeta: “¿sabes qué? Hay cosas que te pasan sólo porque eres joven. Cuando fui a casa de los papás de Olga [Rovirosa] me convidaron un whisky. Nunca nadie me había ofrecido un trago en una casa. ¿Y sabes por qué? Porque tenía dieciocho años. Las cosas me pasaban porque tenía dieciocho años”. |
Bibliografía y audiografía citada: |
Aurelio Meza (Ciudad de México, 1985) ha trabajado en diversas instituciones educativas y culturales, como el IPN, el FCE, la UAM Iztapalapa y la UNAM. Ha publicado poemas, ensayos y reseñas en revistas literarias como La cabeza del moro (Zacatecas), Al pie de la letra (Mérida) y Punto en línea. Obtivo una mención en el 39 concurso de Punto de partida en la categoría de ensayo. |