En contestación a mi aviso, un joven inmóvil apareció una mañana 
en mi oficina; la puerta estaba abierta, pues era verano. 
Reveo esa figura: ¡pálidamente pulcra, lamentablemente decente, 
incurablemente desolada! Era Bartleby.

[…]

Lo miré con atención. Su rostro estaba tranquilo; sus ojos grises, 
vagamente serenos. Ni un rasgo denotaba agitación. Si hubiera
habido en él cualquier manifestación normalmente humana, yo lo 
hubiera despedido en forma violenta.


                                     Bartleby, el escribiente, Herman Melville



Fórmula “preferiría no hacerlo”: La negación como silencio e imposibilidad


“I would prefer not to” es la frase que caracteriza a Bartleby y convierte el lenguaje de Herman Melville en estilo único. Dice Deleuze que se trata de una “breve fórmula correcta pero no lógica, que inclina el lenguaje al silencio”. La enunciación de Bartleby denota una preferencia, pero en un aspecto negativo, al anular completamente cualquier acción. Sin embargo, “Bartleby no se niega, solamente niega algo no preferido”, con esto plantea únicamente la imposibilidad de efectuar cualquier acto que no sea el preferido por Bartleby. Aquel negativismo no se centra en la negatividad, más bien es una fórmula que se instaura por encima de todo al cancelar cualquier orden dada, como puro flujo de preferencias.

ensayo-bartleby-.jpgBartleby es aquel amanuense de aspecto extraño que un día es contratado por un viejo abogado para realizar copias de documentos de carácter legal en una pequeña oficina. La breve historia de Melville dibuja a un personaje que desequilibra todo en aquel lugar productor de papeles. Bartleby, de apariencia “¡pálidamente pulcra, lamentablemente decente, incurablemente desolada!”, viene a turbar la vida de aquella oficina. Es dentro del autismo de Bartleby donde se encuentra el desquicio de un sistema cuyo único fin es la producción. Para los amanuenses de esta historia, trabajar con el viejo abogado significaba tan sólo cumplir con las copias necesarias que demandaba la oficina; para Bartleby resulta, al principio, una forma de emplearse en un oficio que le diera un poco de dinero para comer. Es necesario, en otro sentido, pensar los cambios de ánimo de Bartleby como estadios que se alteran principalmente por los que lo rodean, sobre todo por el viejo abogado, quien establece un pacto y una relación muy clara con Bartleby, y más adelante la quebranta al ordenarle acciones para las que no había sido contratado.

Como primera característica importante en el relato, se tiene la ubicación asignada a Bartleby en la oficina, ya que desde el inicio, por ser percibido como un ser extraño, se le excluye a un rincón junto a una ventana sin vista, separado del viejo abogado por un biombo pero al alcance de su voz, en donde para Bartleby “se aunaban sociedad y retiro”, como una forma de acentuar su exclusión debido a la forma silenciosa de actuar y a su raquítico aspecto; a pesar de haberse adherido al entorno laboral y parecer alguien incluido, la separación hecha tan sólo señala su gran diferencia con los demás amanuenses.



Ruptura con el lenguaje: Caos

Al principio, Bartleby era un trabajador eficiente, muy mecánico; jamás dejaba de escribir al tener que realizar las copias más exhaustivas. Era claro que para las necesidades de una oficina como ésa resultaba conveniente y hasta plausible; un trabajador silencioso que cumple su deber pulcramente es el mejor empleado para un sistema capitalista en el que la fuerza laboral funciona como el impulso que permite que la maquinaria siga en movimiento. Sin embargo, Bartleby también representa en este sistema una diferencia que perturba, sobretodo al viejo abogado, quien intenta darle sentido a las acciones de su amanuense. Bartleby es puro deseo de nada, autismo que se adhiere a la vida de los copistas bajo el acuerdo de ser tan sólo un amanuense más, a la sombra del viejo abogado detrás de aquel biombo. En su desesperación ante el primer “Preferiría no hacerlo” de Bartleby, el viejo abogado intenta encontrar una explicación para tal reacción. Recurre a libros que lo ayuden a comprender, enunciar y catalogar a quien no parece un loco; cómo entender aquel pronunciamiento “suave y firme”, pero a fin de cuentas negativo.

Ante la constante y única respuesta, dice Deleuze, “no queda más que el enmudecimiento del otro”. Porque desquicia, Bartleby no se reprime a sí mismo sino que frena la producción y eficiencia de la oficina y los demás. En su no desear nada, su preferir no, suspende, ya que no afirma ni niega nada; es por ello que no puede haber castigo ni rechazo, y en ello la postura del viejo abogado es muy comprensible, dice: “Pero había algo en Bartleby que no sólo me desarmaba singularmente, sino que de manera maravillosa me conmovía y desconcertaba. Me puse a razonar con él.”



Descripción de Bartleby: Autismo

Bartleby es puro ahorro, el sueldo recibido ni siquiera es integrado en gasto a la economía, lo cual altera completamente la lógica capitalista. Se mencionan en la obra sólo los biscochos y, en algún momento, un pedazo de queso que le permiten existir; sin embargo denotan su poco interés por la vida y el desapego hacia su propia persona. La expresión de Bartleby es siempre reducida, cortante, sobria, y su actitud, aunque aparenta ser dócil y apacible, en realidad sólo evidencia su rebeldía y separación del mundo que lo rodea. Es por ello que en el sistema de enunciación imperante en aquella sociedad no hay forma de integrar o domesticar, de hacerlo obedecer. Y conforme el viejo abogado descubre algo nuevo sobre su amanuense, se afirma como un burgués comprensivo, caritativo, incapaz de abandonar a aquel hombre desamparado. La primera conclusión a la que llega el viejo es resguardar al amanuense, por la sensación agradable a la conciencia, al creer que sólo él puede ser comprensivo con Bartleby, ya que nadie más lo trataría con condescendencia; incluso con otro podría morir de hambre. A los ojos del abogado, el empleado no es malo ni insolente y su comportamiento es entendido como involuntario, como una enfermedad que lo domina.

ensayo-bartleby-asafesh.jpgA lo largo del relato, el interés del viejo por Bartleby se torna cada vez más en una obsesión por comprenderlo, por conocerlo, y todas las ideas y conclusiones a las que llega lo hacen experimentar sentimientos encontrados hacia el amanuense. En cada razonamiento del abogado, existe una forma de catalogar esa diferencia en Bartleby: su no ser loco pero sí extraño; siempre un ente no integrado al mundo por lucir distinto a los demás y existir tan sólo en su rareza. El anciano representa siempre el sentido y la interpretación de su entorno, es por ello que le provocan tanta curiosidad las acciones de aquel hombre, porque hasta el momento de su llegada, todo parecía claramente ordenado y simple, incluso con los otros dos amanuenses, que también eran algo peculiares: uno iracundo por las mañanas, el otro indigesto por las tardes, sin embargo, incluso en Turkey y Nippers hay una simetría, que en nada altera la situación de la oficina.



El sistema de producción y su fractura: El desquicio

La búsqueda por el sentido que perturba al viejo abogado está en querer encontrar el deseo de Bartleby, sus motivaciones, lo que sí pueda preferir. Sin embargo, esa indagación no lleva a nada porque aquel no desea nada, está entregado a la pura melancolía que se refleja en sus preferencias, que resultan subversivas para los demás. Al comienzo se establece una relación entre el viejo abogado y un ser autómata, que trabaja sin parar; sin embargo, la relación se quebranta en el momento en que el jefe pide a Bartleby hacer algo más, algo que no estaba en el pacto inicial, que era copiar cual máquina, y que el empleado realizaba con eficiencia, sin embargo, no estaba dispuesto a revisar dentro de su precisión y exactitud el error que jamás iba a encontrar. Es por eso que, al pretender alterar el estadio inicial, hay una negativa ante el cambio, porque ello viola el acuerdo planteado al haber llegado aquel nuevo amanuense.



Estadios en Bartleby: El pacto establecido con el viejo y su ruptura

El refugio inicial en la mente del viejo abogado es justificarse en una “naturaleza filantrópica y caritativa” del hombre, en la cual resultaría reprochable moralmente expulsar a un ser indefenso, ya que ello significaría un acto de maldad y perjuicio contra Bartleby, pero también contra el abogado mismo, quien ha creado un lazo con él. El viejo abogado establece entonces una relación de “amor” hacia su empleado, se convierte en el objeto que le produce placer al reafirmarlo como un “hombre moralmente bueno”, es por ello que su destino es alojarlo y ampararlo. Sin embargo viene de pronto la confrontación precisamente con la sociedad, que no aprueba al hombre apostado frente a aquella ventana sin vista, “Entregado a uno de sus sueños frente al muro”, sin producir, sin accionar absolutamente nada. Qué de bueno puede ver la sociedad en amparar a quien se ha catalogado ya como un vagabundo (que jamás vaga).  Viene entonces el rechazo social hacia el viejo abogado, quien se da cuenta de que el reconocimiento no está en amparar a Bartleby, pero al percatarse de ello entra en crisis su deseo hacia el amanuense pues no encuentra la forma de hacer coincidir sus sentimientos con la percepción de los demás.


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Al no comprenderlo ni acceder a él, desde el inicio hay en el viejo pura idealización y sobreestimación hacia Bartleby, afecto que no puede ser retirado. Es por ello que le resulta tan complicado deshacerse de él, no hay forma de correrlo, porque teme quedar como un canalla frente al triste y desamparado amanuense. Sin embargo, llega a la conclusión de que éste “tenía el alma enferma” y “no podía llegar a su alma”. Además, aquella locura comenzaba a esparcirse en los demás empleados, quienes ya utilizaban el verbo “preferir”, como un contagio de esa enfermedad, el miedo del viejo abogado era percatarse del enloquecimiento de todos los que rodeaban a Bartleby. Sin embargo, no había manera de apartar a aquel desdichado amanuense de su jefe, es por ello que es él quien decide apartarse de Bartleby, abandonarlo.

A pesar de ello, el abogado no pierde jamás la actitud caritativa, ofrece su disposición en caso de que Bartleby llegue a necesitarlo en algún momento, porque aquel hombre establece una necesidad de verlo como dependiente de él. Pero en Bartleby la única respuesta hacia el viejo está en haberse contratado, no habrá nada en el amanuense que reafirme las creencias de necesidad que el viejo abogado ha establecido en su mente.



La búsqueda por el sentido: Relación como forma erótico-tanática

El abogado establece en toda la obra una actitud paternal ante lo que ocurre en la oficina. Por ejemplo, al momento de accionar el verbo “preferir” para detener a uno de los amanuenses que, en su estadio irritable, intenta agredir a Bartleby, y al pronunciar el “preferiría no hacerlo”, el verbo funciona para desactivar aquella acción de violencia. Sin embargo, esta imagen paternal jamás llega a afirmarse o en Bartleby, y eso se convierte en la obsesión del viejo, porque trata siempre de legitimarse frente al empleado como su protector, pero aquel hombre pálido nunca lo acepta. Esa actitud fracasa totalmente, Bartleby muere sin haber sido jamás propiedad de nadie. La culpa que siempre persigue al viejo abogado es que él aceptó a aquel bajo un pacto, el de trabajar como copista, pero violó el trato y en ello hay una traición, que al ser reconocida no puede superarse, y las preferencias de Bartleby, sumido en su autismo, se reducen hasta llegar a la última posibilidad que es su muerte. Sin embargo, el abogado jamás deja de adorar aquella figura “indefensa” que reconfigura su esquema al mostrarle un hombre que está por encima de todo sistema, que responde a preferencias y no a deberes, y que representa un lugar posible de vaciamiento, de negación y suspensión en donde la ausencia de códigos reconstituyen la percepción moral del anciano.

 

Ilustraciones:
asafesh www.sxc.hu 
zoostory www.sxc.hu 


Bibliografía:
Ricouer, Paul, Freud: una interpretación de la cultura, Siglo XXI Editores, México, 1985
Melville, Herman, Preferiría no hacerlo, Bartleby el escribiente, seguido de tres ensayos sobre Bartleby de Gilles Deleuze, Giorgio Agamben, José Luis Pardo. Versión Castellana de José Luis Pardo. Editorial Pre-Textos, Valencia, 2000


Beatriz Ladrón de Guevara García (Cuautla, Morelos, 1987) es estudiante de la carrera de Comunicación por la Universidad Iberoamericana. Su especialidad es el área de cine, al cual ha dedicado los dos últimos años de su carrera. Ha participado en diversos cortometrajes de la Universidad entre los cuales destacan Danzón Nº 2, Chiflando en la Loma, L´amour, Coco, El Secreto de Martín Cordiani y Madeleine (los dos últimos seleccionados en el Festival de Cine de Morelia). También participó en el concurso de la Organización SWAMP con el tema de migración, con la colaboración de la Universidad Iberoamericana. Fue candidata en la convocatoria del Imcine en apoyo de la Escritura de Guión con el argumento para largometraje Tiempo efímero, te amaré siempre.

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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