alguien vino con noticias lejanas y apresuraste el viaje a San Miguel sin haber jamás entrado en sus terribles asfaltos
a más de vagas señas no te dijo nadie en qué calle ni cuál el árbol preferido por los niños ni qué casa alumbrada por jardines ni cuál el nombre del perro en el umbral ni el color y la altura de sus muros ni qué abolengo en la placa de metal junto a la puerta
empezaste a silbar el santo y seña convenido cuando niños pero el mensaje rebotaba en los muros y se perdía en los resumideros y espantaba los gatos que dormían como nubes de borrasca y de fuego
y se hacía ojos bruscos maldiciéndote con furia pájaro invisible penetrando en las ventanas perro sin olfato persiguiendo falsas huellas nada de la nada en espirales de misterio
pero en otra sangre conocida se hizo el eco
y en una casa bien una ilustre doña amaneció indefensa ante el delantal y las ojeras
XVIII
siempre un aire tibio en el pelo y una frente limpia de iras
café y tabaco antes de misa y en la mesa abierto el libro de cuentas de la parroquia
sonreías de blanco entre pantalones cortos unas chanclas livianas y el hueco de las pantorrillas que se llevó la guerra
feliz a pesar de los dolores
de noche la vida goteaba entre agujas y oraciones
XIX
ella alarga una mano triste y palpitante como si el peso de un corazón sostuviera en su cuenco
coge una camisa fresca como un río y se moja el rostro con el perfume de las fascinaciones
aún sigue en esta cama piensa si es verdad que los relojes no mienten si es que todo lo ven los espejos si afuera las flores respiran el perfume de las fascinaciones
XX
ya están listos la ropa y los zapatos y temprano habrá café y pan con mantequilla
mañana es fiesta de San José
que el abuelo no olvide las bombas de luces le he dicho a Diego y por eso va a acompañarte a comprar los fuegos de artificio y le he escrito una lista como el año pasado
pero cuando me ayudaba con la ensalada y esas cosas lo vi un poco triste porque el año pasado por más que te esperamos no llegaste al atrio de la iglesia a quemar la pólvora y tuvimos que empezar sin que estuvieras
y cuando el cielo se iluminaba pude ver que lloraba en silencio y te buscaba con los ojitos húmedos
yo le he prometido que no volverás a hacernos eso que todos a la vez saldremos de la casa pero se ha puesto a llorar de nuevo y se empeña en quedarse
no me hagas quedar mal no permitas que le mienta
Osvaldo Hernández (Chalatenango, El Salvador, 1976) es poeta y profesor de Literatura. Ha publicado el libro de poemas Parqueo para sombrillas (San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos, Consejo Nacional para la Cultura y el Arte, 2004); textos suyos aparecen en las antologías Trilces trópicos. Poesía emergente en Nicaragua y El Salvador (Barcelona: La Garúa, 2006) y Cruce de poesía, Nicaragua-El Salvador (Managua: 400 elefantes, 2006). Desarrolla el Taller de Creación Literaria en el programa Escuela de Jóvenes Talentos en Letras de la Universidad José Matías Delgado y el Ministerio de Educación. Es editor asociado de Índole Editores, editorial afincada en San Salvador, donde reside.