Cocalero
Director: Alejandro Landes
Bolivia / Argentina, 2007



cocalero-cartel.jpgPoco más de cien metros separaba a varios campesinos de un grupo conformado por “autonomistas” de Bolivia. Horas atrás, estos opositores se parapetaron detrás de unas zanjas que habían cavado con maquinaria pesada para obstruir el camino. Los trabajadores agrícolas utilizaron tractores para rellenar los huecos y avanzar hacia los disidentes. En una de las regiones más remotas del norte del país, en el departamento de Pando, las dos multitudes se contemplaron mutuamente durante una hora y media. Entre los dos bandos sólo se interponían unos 70 agentes de policía. Fueron vanos los esfuerzos para impedir un enfrentamiento. Muchos ya estaban preparados. Según testimonios, el detonante del conflicto fue un disparo de arma de fuego.

De acuerdo con el semanario Proceso, el saldo de la confrontación fue de 15 muertos, 106 desparecidos y 37 heridos. La versión del gobierno de Bolivia señala que se trató de una “masacre de campesinos” y que los responsables fueron los funcionarios opositores. Desde hace meses, un sector de la población busca que los departamentos de Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija estén bajo un “régimen autonómico” que les permita no sólo la elección del gobierno local, sino la administración y uso de sus recursos naturales y financieros. A pesar de las negociaciones en La Paz, hasta el momento los “autonomistas” siguen ocupando oficinas e instalaciones del gobierno central, refinerías y caminos en algunas prefecturas de estas regiones. Y es que el conflicto del pasado 11 de septiembre, en el que se enfrentaron campesinos a favor de Evo Morales y partidarios del sector “autonomista”, hizo pensar a muchos que Bolivia estaba al filo de una guerra civil.

cocalero-2.jpgEl triunfo de Evo Morales en la elección presidencial no sólo se trato de que por primera vez que un hombre de origen indígena obtuvo una presidencia en Sudamérica, sino que significó un cambio histórico que está marcando el devenir actual de ese país. En este contexto, el documental Cocalero, de Alejandro Landes, es un material de consulta oportuno para comprender tanto la tragedia de Pando como el tema de la identidad en numerosos países latinoamericanos pues, con todo y su sobriedad estilística, consigue una semblanza que conjunta la imagen de Evo Morales con la del movimiento cocalero.

En el año de 2005, Evo Morales comenzó su camino hacia la presidencia de Bolivia como candidato del partido Movimiento al Socialismo (MAS). Lejos del estilo contemporáneo de las campañas políticas, en las que abunda la propaganda negativa, y sin derrochar recursos financieros, el indígena aymara visitó regiones como Santa Cruz, Cochabamba, el Chapare, entre otras, para presentar discursos públicos. También atendió entrevistas de los medios de comunicación y el ejército, se reunió con algunos empresarios y toleró las críticas de los sectores de la población contrarios a su proyecto.

cocalero-4.jpgAl final del proceso electoral, Morales fue electo por poco más del 50 por ciento del padrón. No se valió de prácticas como el acarreo de simpatizantes o la utilización de numerosos canales de comunicación. Sólo recorrió el país en una camioneta y a pie, acompañado por un pequeño equipo de trabajo, y por personajes como el doctor Álvaro García Linera, entonces aspirante a la vicepresidencia. Evo fundó su fuerza en el movimiento cocalero que, años atrás, había confrontado la guerra del gobierno y de Estados Unidos contra el narcotráfico. El documental de Alejandro Landes es un seguimiento de este proceso y se concentra en dos personajes: el actual presidente de Bolivia, y la entonces candidata a senadora suplente por Cochabamba, Leonilda Zurita.

Fundado en el concepto de cine en directo, y lejos de los modelos periodísticos del documental, Cocalero es una crónica de la campaña electoral. El director se valió de la cámara en mano y la iluminación natural, al puro estilo del cinéma-vérité, sin desdeñar las posibilidades informativas del cinematógrafo. En este trabajo no hay recursos como la narración en off, el relato de antecedentes o la consulta de fuentes especializadas. Todo se funda en construir un testimonio vivo a partir de la suma de anécdotas filmadas en vivo.

cocalero-3.jpgCocalero no tiene los rasgos de los géneros interpretativos del periodismo televisual o fílmico, pero su valor testimonial es noticioso y revelador. Sin necesidad de seleccionar y jerarquizar datos, o de plantear preguntas de investigación para orientar el resultado final, este filme consigue una representación del hecho a partir del montaje. Aunque el espectador puede llegar a la conclusión que prefiera, la imagen de Evo Morales está determinada por las decisiones que tomó Landes sobre qué secuencias de entre los 120 minutos que filmó debían estar en los 94 minutos que conformarían el documental. Sin recurrir a la técnica periodística, amén de que la película tiene algunas secuencias de archivo, este documental es interpretativo a tal grado que todas las declaraciones, los sucesos y los detalles cumplen una misión: construir una semblanza a partir de la visión del director.

No es común que el mérito de un documental sea el detalle. Cocalero es un caso diferente. Su valor está en recabar el dato imperceptible, la aparente curiosidad que, en el momento de la edición, cobra significado: Morales muestra una foto de Fidel Castro y lo llama “un maestro” tras el templete de los discursos siempre hay imágenes de Ernesto Guevara, de los revolucionarios indígenas Bartolina Sissa y Tupak Katari, de la bandera cubana o las banderas wiphala; en las protestas contra George Bush y el ALCA, Evo se dirige a Hugo Chávez con el vocablo “comandante” sólo dos hombres protegen al candidato cuando se desplaza públicamente; indígenas analfabetas aprenden a votar, aunque no hacen lo mismo con la lectura; el escritorio del equipo portátil del jefe de campaña tiene una imagen del subcomandante Marcos; residentes de Santa Cruz insultan a Morales por su pertenencia étnica y se declaran en contra de que un indígena los gobierne con el argumento de que pueden hacerlo por sí mismos; Leonilda explica que en los mítines las mujeres marchan al frente porque el ejército las golpea “con calmita” a diferencia de los hombres; los cocaleros acuden a misa o de lo contrario son multados; Evo afirma que a donde sea que él vaya habrá suerte para los demás.

cocalero-5.jpgEn este filme, todo apunte es significativo. Una vez que los elementos se unifican, una parte sombría de la realidad boliviana, y hasta de la latinoamericana, se vuelve tangible. El movimiento que impulsó a Evo Morales fue auténtico. No se trató de campesinos o indígenas acarreados, sino de una comunidad política unida por la identidad, por el deseo de conseguir un cambio en el régimen político-económico y por la defensa de una tradición basada en el cultivo de la coca que da sustento a miles de trabajadores agrícolas. También la tragedia del 11 de septiembre en Pando puede comprenderse por medio de este material fílmico. Debido al contenido de Cocalero, documental indispensable a pesar de la inexperiencia en la dirección, el espectador puede preguntarse si Evo conseguirá ser el presidente del consenso para Bolivia y un líder auténtico para las causas sociales en un continente que carece de referentes políticos sólidos y que está intentando consolidar un bloque regional desde que surgió la Unión Sudamericana.
 


Fotos de Jorge Manrique Behrens tomadas del informe de prensa de www.cocalerofilm.com


Rodrigo Martínez (Ciudad de México, 1982) es comunicólogo por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Ha publicado en las revistas Punto de partida, El Universo del Búho, Viento en vela, La revista, Periódico de poesía (versión digital), así como en el suplemento Confabulario y el diario El Financiero. En 2004 obtuvo el Premio Nacional de Ensayo Universitario Agustín Yáñez organizado por la revista Tierra adentro y el Conaculta. Fue ganador del premio de cuento del XXXV Concurso de Punto de partida. Un año después recibió el premio de crónica del mismo certamen (This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.).

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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