De algunas nostalgias y otras demoliciones
Kevin Aragón
Barranca del Muerto hoy
Ya nada queda de lo que pintó Velasco
en ese retrato geológico del siglo XIX:
Sobre la exótica quietud del verano,
la masa gris del tránsito;
bajo los pies de obreros y oficinistas,
corre turbio y silencioso el preso Mixcoac.
Ésta ya no es una barranca
o tal vez sí lo es.
(Otro poeta también se extrañó,
tiempo atrás, al mirarla convertida
tan sólo en avenida indiferente)
Hoy, el paisaje a penas y puede verse,
aún más desolador, bajo las implacables sombras,
de la torre Alsea y el emporio departamental,
que se yerguen, como lápidas, como otra barranca,
hacia el abismo del crédito
y la demolición de nombres y memorias.
No te mientas, viejo Ulises
No te mientas, viejo Ulises,
alguna vez, a mitad de la noche, abriste los párpados
y no fue la sangre derramada en Troya,
ni los huesos de tus hombres entre la sal mediterránea
lo que turbó tu sueño.
Giraste tu perfil, ya tan sólo evocación deiforme,
hacia tu mujer y viste sus dedos callosos,
sus dotes manchadas y arrugadas asomar bajo la toga.
Y pensaste, al contemplar las sombras
sobre el aposento de tu escudo y de tu espada,
si acaso las noches en aquella isla
habrían sido mejor que regresar a Ítaca.
Mímesis
Cuando apenas me preocupaban
la medida y significado de los versos,
recuerdo, aprendí el lenguaje
de los gorriones comunes,
pegando la lengua al paladar
y dejando correr el viento, intermitente,
entre los alvéolos.
Así me divertía, despistando mentes,
en el transporte público y las clases
de Etimologías Grecolatinas del Español.
Había también una joven mujer,
a quien yo cantaba afuera de su aula,
sabiendo que saldría para alimentar mi deseo.
Un día, me contó, escuchó mi llamado,
pero afuera sólo la esperaba un pequeño gorrión.