Cuatro poemas
Beatriz Novaro
Chimalistac
Los silencios se parecen,
pero ninguno como aquél.
En la fuente sin agua
era duro como la piedra
y, como la piedra, desnudo,
pero la piedra no era la piedra,
todavía.
Las cosas callaban y yo era niña,
libre el silencio era todo
o casi todo.
Los árboles al borde de ser árboles
hasta que la voz de mi madre
llamaba a comer.
Mientras busco entre las piedras
el rastro de aquel tiempo
alguien pasa y mira la casa amarilla
que ahora es blanca,
mira la ausencia de mi madre en la ventana,
mira, no mira nada y se marcha.
Sus pasos se llevan a aquella niña lejana
para siempre.
Nunca hablé
Nunca hablé con mi papá
de sus poemas,
ni siquiera los leí a tiempo.
Y, sin embargo,
heredé su amor por la poesía.
Nunca hablé con mamá
de la soledad.
Y, sin embargo,
tampoco sé cómo quitármela
de encima.
Nunca se habla con los padres
de cosas importantes como el amor.
Ser padre o madre, se cree,
se mantiene a salvo
en el silencio.
Y, sin embargo, qué son los poemas
sino intentos, balbuceos,
de hablar a fondo
con los hijos propios o ajenos.
Me gustaría hablar del caballo
Me gustaría hablar del caballo,
las patas andariegas,
las ansias de espacio.
La cola larga le baila sola.
A veces parece un juguete
con dientes para la risa,
pero al montarlo,
qué animal más repentino.
Inacabable, por cierto.
Quisiera escribirles
un poema esperanzador
como los saltos que da,
sedoso como las crines,
asustadizo como su alma,
pero los caballos raudos
siempre se me escapan.
Evolución
Descubro el prado gateando,
al lado de mi nieto, el más pequeño.
Vuelvo a ser la desconocida
antepasada, la cuadrúpeda.
Desconfío de mis cuatro patas
por culpa de la virginidad de mis rodillas.
Confío en Darwin
y me río a solas.
A un costado Nico gatea
a una sorprendente velocidad
hasta dar con un apetecible
puño de tierra.
A punto de devorarlo, le ofrezco
cambiar ese placer poco saludable
por el de tendernos
a pierna suelta a mirar el cielo.
Los altos árboles, dioses vegetales,
nos seducen bailando
con el viento entre las ramas,
y un azul inmenso alrededor.
El asombro en los ojos del bebé
es más poderoso que cualquier
paganismo y vuelvo a creer en Dios
a ras de suelo,
y a ras del amor.