ENSAYO / abril-mayo 2023 / No. 104


Las canciones son habitaciones



Johann Romero



Bruno, el jazz no es solamente música,
yo no soy solamente Johnny Carter.

Julio Cortázar, El perseguidor

Imagina que esto es una cinta de grabación. Colocas el cassette en tu walkman. Ajustas tus audífonos. Le das play:


1. Intro

Hay días que no terminan. Todo salió al revés de como lo pensaste. El camino se ha hecho largo. Falta mucho por llegar. Empieza a llover. Hay días en los que quisieras gritarle a Dios, al mundo, a todos. Porque hay días donde todo parece caer en un pozo. Cierras los ojos. Suena una canción… Estás en un sillón. Estás mirando a través de una ventana. Por un segundo, por un minuto, la melodía te separa de las calles. La música te cambia de lugar. Por unos segundos, las canciones se vuelven una habitación.

 
2. Un cuarto

El piano de la canción "Because the Night" comienza a sonar. Y la voz de Patti Smith se convierte en un abrigo. Mi hermano Alonso y yo la escuchábamos en casa y, también, cuando salíamos a las 5:30 de la mañana para llegar a la escuela. Sentados, Alonso me daba un audífono. A veces me daba los dos y me decía: escucha. Creo que todos alguna vez experimentamos esa sensación de compañía. Mientras el camión atravesaba la madrugada, yo recuerdo escuchar, viendo cómo se hacía de día, "Dancing Barefoot" y "Because the Night".

La música, en realidad, se vuelve un vínculo afectivo. Terminamos por escuchar no sólo la música, sino la historia que uno va formando alrededor de ella, pero antes de seguir, sólo me gustaría puntualizar que estas páginas intentan hablar de cómo las melodías se vuelven habitaciones, se vuelven una sensación cercana al calor de un cuarto, de esos cuartos donde nos sentimos a salvo. Me apoyo, como se ha podido deducir, de algunas canciones de Patti Smith, de Lou Reed y de Gustavo Cerati. Sigamos.


3. El eco

Un día llegué a casa feliz por tener Horses de Patti Smith. Compraba los discos con un señor que tenía (o espero que siga teniendo) su puesto en la estación del metro Cuitláhuac. Era alguien bastante enigmático. Me decía que vender discos era algo sin importancia. Que nadie se detenía; que algún día se convertiría en un fantasma de verdad. Y un día llegué y me dijo: ¿Qué crees? Ya puedo atravesar los muros… Don Alfonso era enigmático, pero sabía bastante de música. Me dio el disco de Patti Smith y dos o tres más de otras bandas.

Uno no deja de descubrir aquello que pensaba conocido. Y algo tan simple como conocer lo que dice la primera línea con que abre ese disco me fue revelado hasta hace poco: "Jesús murió por los pecados de todos menos por los míos". Me impresionó bastante leer esta frase. Primero, por la ira y la determinación que hay ahí, pero también porque este verso es muy cercano a cuando César Vallejo dice en "Espergesia": “Yo nací un día / que Dios estuvo enfermo.”; o cuando escribe en "Los dados eternos": “Dios mío, si tú hubieras sido hombre, / hoy supieras ser Dios”. Muchas veces, ese amor que se profesa por parte de las religiones se vuelve una puerta cerrada. Para quienes la vida ha sido más difícil, es comprensible de dónde nace ese sentimiento de distancia. Y el consuelo que se encuentra resulta de la amistad de la gente; sin instituciones que pongan normativas y reglas, como la Iglesia; simple y sencillamente está el afecto del otro con el otro. Por ello las canciones de Patti Smith tienen siempre un carácter humano y de protesta.

Esta fuerza la descubrí cuando la vi en vivo en un concierto pequeño en la Casa del Lago en Chapultepec. Nunca fui bueno con los idiomas; pero, a pesar de no conocer a detalle lo que decía, cuando sonó "People have the power", a uno se le llenaba el pecho de emoción. "Me desperté con el grito / de que el pueblo tiene el poder". Y así, Patti Smith se movía de un lado a otro contagiando su cariño. Por eso, al escucharla, no sólo me refugio en sus melodías, sino que también existe la compañía de mi hermano, la empatía del dolor y la fuerza de seguir.

 
4. Lou Reed o el espejo

Los aullidos por la devastación de la sociedad se escuchan cerca de la vida de Lou Reed. Guitarras distorsionadas. Música que grita y experimenta. The Velvet Underground es el comienzo de algo nuevo. Y yo no sabía nada hasta el 27 de octubre de 2013, cuando en el periódico La Jornada apareció una foto de Lou Reed con un puño y decía el titular que había fallecido. En aquella columna, Laurie Anderson, esposa de Lou, comentó que él se había ido con una postura de taichí, despidiéndose también de su jardín.

El cuarto que construye la música de Reed está rodeado de luces melancólicas, parpadeantes y a veces confusas. Pero con Lou sucede que sientes la cercanía de contarle todo (aunque sea de forma silenciosa); de saberte en confianza, de compartir con él algo de perdición. Y que, sin saber cómo, de repente te encuentras en un domingo lleno de paz, con una voz que te hace sonreír levemente, como el que tiene la certeza de que no necesita más, como el que se siente, después de un giro torrencial, en calma.

"Sunday Morning", la primera canción del clásico álbum con la portada de Andy Warhol, es, sin duda, una de las canciones más bellas. La melódica y melancólica voz de Lou parece que no te está cantando, sino susurrando. Incluso, el inicio, con un piano suave y dulce, se asemeja más a una canción de cuna. Lou dominaba el puente de pasar de ritmos explosivos a otros melódicos. En el track número 9 de ese mismo disco, "I’ll Be Your Mirror" la letra que compone Lou y que canta Nico dice:

 
Yo seré tu espejo.
Refleja lo que eres, en caso de que no lo sepas
seré el viento, la lluvia y el sol,
la luz en tu puerta para mostrarte que estás en casa.

Cuando creas que la noche haya visto tu mente,
que por dentro eres retorcido y desagradable,
déjame que te enseñe que estás ciego
por favor, baja las manos
porque yo te veo.

Me cuesta creer que no sepas
la belleza que hay en ti
Pero si no lo sabes
déjame que sea tus ojos.
una mano para tu oscuridad,
para que no tengas miedo.

Seré tu espejo (reflejar lo que eres).
 


La fuerza de sus canciones está en su ternura, en su “Déjame que sea tus ojos”. Lou es un imán. Su presencia llama y la habitación que moldea es una mañana o una noche, o mejor dicho, es estar con tus sueños y pesadillas de madrugada, pero acompañado.  

 
5. Gustavo: magia

Una vez le preguntaron a Cerati si pensaba en el retiro. Él dijo: “Si me fuera, me iría contento, por Fuerza Natural”. Místico como lo llegó a ser, sus palabras se volverían un augurio. Aunque he escuchado su música desde que era niño, nunca como hoy entendí lo que dice el inicio de la canción homónima: “Puedo equivocarme, / tengo todo por delante / y nunca me sentí tan bien”. Llega un punto donde las cosas no las entendemos por lo que dicen sino por cómo se sienten. Hoy me encuentro en ese “Me perdí en el viaje / y nunca me sentí tan bien”.

Fuerza Natural es una metáfora del viaje, y como en todo viaje, no importa el destino, sino la carretera, el vuelo, el pavimento, el lodo, el pasillo o el cuarto (“Viajo sin moverme de aquí”). Transitar sentado o caminando o levitando… Conocí el disco una mañana en casa mi hermano Jona, cuando él vivía en la colonia Tlalcoligia cerca del Centro de Tlalpan. Aquella mañana me puso "Tracción a sangre". “El sol no tiene oídos, / pero su lengua me atrapó / crece la escasez / y hasta la palabra vacío me llenó”. Recuerdo, como si escribir te llevara a ese sitio, a una persona de prepa ensimismada con esa oración: “y hasta la palabra vacío me llenó”. Y es curioso porque sigo siendo esa persona ensimismada cada vez que la leo.

Gustavo Cerati es un caleidoscopio. En cada giro se muestra con una forma fascinante. En esta arista hay un significado que puede sonar a un lugar común pero lleno de calor: fluir con el error, abrazar sentirse perdido. Todos en algún punto nos equivocamos, todos en algún punto nos sentimos perdidos. Está bien. Al final, en el momento menos esperado, tal vez uno pueda resonar al ritmo de "Magia", al ritmo de “Las cosas brillantes siempre salen de repente / como la geometría de una flor”. Cerati, en varias ocasiones, hace de una habitación un jardín.

 
6. Habitar

En el diccionario personal, cada quien tiene su propia definición de habitación. No es sólo el cuarto de la infancia, el jardín donde jugamos, el patio de los abuelos, es también la carretera del viaje inesperado, el hola de repente, la arena, la playa o la montaña. Es, por las noches cuando llegas después del día, la voz detrás del teléfono diciendo ¿ya llegaste?, ¿ya cenaste?, ya descansa. Es la canción que suena y te lleva a cada una de estas puertas.

           

Johann Romero (1996). Es librero, ensayista y fotógrafo. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Colabora en el proyecto Historias de las literaturas en México: siglos XVI-XVIII del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM. Tallerista independiente. Le gusta jugar ajedrez, aunque siempre pierda. 

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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