ATALANTE / junio-julio 2022 / No. 99
 

C'mon C'mon. Seguir adelante, de Mike Mills




C'mon C'mon
Mike Mills
Estados Unidos, 2021, 109 min.




Un año después del fallecimiento de su madre, Viv (Gaby Hoffman) solicita a su hermano Johnny (Joaquin Phoenix) que cuide de su sobrino de 9 años. Ella debe acompañar al padre del niño (Scoot McNairy) a Oakland para que sobrepase una crisis por trastorno bipolar. El reportero de radio, quien realizaba una serie de entrevistas sobre el futuro con infancias de varias ciudades, viaja de Detroit a Los Ángeles para hacerse cargo de Jessie (Woody Norman). Sin embargo, la escritora y madre necesita ausentarse por más tiempo, así que tío y sobrino acuerdan viajar juntos a Nueva York. La ausencia maternal y la inexperiencia del tutor debutante suscitan conflictos cuya fase más compleja ocurre cuando el dúo se dispone a ir a Nueva Orleans. El cambio de roles sitúa a Johnny ante una situación insospechada: no sólo debe acostumbrase a contestar preguntas en lugar de formularlas, sino a cuestionarse a sí mismo en la víspera del futuro sobre el que había estado entrevistando a las infancias.

Para la realización de C'mon C'mon, Mike Mills (Berkeley, 1966) buscó a Molly Webster, corresponsal estelar de WNYC's Radiolab, y a Kaari Pitkin, productor ejecutivo del programa Radio Rookies de la radio pública de Nueva York, debido a que pensó en una película que combinaría un método de ficción con elementos de documental. La colaboración fue más allá de la preparación de la investigación y del guion que aportaron bases sólidas para conseguir testimonios significativos y personajes verosímiles. Webster hizo el papel de una reportera llamada Roxanne; Pitkin localizó a niñas, niños y adolescentes de distintas ciudades para entrevistarlos. Las opiniones y testimonios de dichas infancias enmarcan la película porque ocupan el espacio sonoro de los créditos iniciales y finales, y crean un registro factual que anticipa un tema clave: la escucha como un mecanismo para superar la incomunicación entre generaciones tanto en el ámbito social amplio como en el microuniverso de una familia.

El cuarto largometraje de Mike Mills recurre al punto de vista de Johnny para evocar los recuerdos de su viaje con Jessie. De manera semejante a Beginners (2010) y 20th Century Women (2016), el tema de la familia cataliza una ficción sobre la memoria. La mirada provista por el reportero de radio posibilita una audiovisualidad subjetiva para multiplicar la emotividad del filme y suscitar una dialéctica entre la impresión de realismo y la sensación de remembranza. A ello se suma la cinefotografía en blanco y negro de Robbie Ryan cuyo movimiento y profundidad propician que las distintas ciudades del relato parezcan, emocionalmente, una misma urbe. El filme crea espacios emocionales con un rutinario y sutil dolly-out que unifica los interiores y los exteriores, así como planos generales que colocan armónicamente a los personajes en horizontes como la playa de Los Ángeles o el puente de Nueva York.

C'mon C'mon o el espacio emocional como catalizador del recuerdo. Aunque la actividad de la cámara y la música amplifican en exceso la emotividad incluso en escenas inminentemente sentimentales, el montaje de Jennifer Vecchiarello brinda una cualidad expresiva a la sucesión de ciudades del filme. La percepción de peligro y tragedia de Detroit da paso a la sensación de descubrimiento y entusiasmo de Los Ángeles, la melancolía e incertidumbre de Nueva York, y desemboca en el contraste entre la festividad y la extenuación de Nueva Orleans. De manera análoga a las emociones que provienen de los testimonios, la colección de urbes del filme aporta una capa expresiva adicional cuyo ordenamiento no podía ser distinto. Y es que, de alguna forma, las ciudades, especialmente la última, poseen un contrapunto emocional muy semejante al que viven Johnny y Jessie.

Drama de contrastes y método fílmico contrapuesto: a decir del propio Mike Mills, la idea de C'mon C'mon fue conformar una fábula intercalada con cualidades documentales. El resultado es una película en la que las entrevistas impregnan el relato de ficción al mismo tiempo que el estado anímico del drama infiltra la apariencia de las ciudades. Se trata de una dialéctica entre el realismo del método documental y la sensación irreal, memoriosa, del blanco y negro, y de la omnipresencia de un diseño sonoro. Una sonido, por cierto, que tiene el mérito de mirar a Jessie como un connato de ausencia; es decir, como una manifestación cinematográfica de la actitud inicial del niño metonímico ("Toda una personiata", dice su madre): el rechazo a responder preguntas manifestado en distintos elementos que sugieren aislamiento y rebeldía (el gusto por el Réquiem a todo volumen, el uso del equipo de grabación, los extravíos en la calle, el encierro caprichoso en la víspera de un viaje).

La singularidad de C'mon C'mon radica en las revelaciones que están detrás de la audiovisualidad emotiva que percibimos a través de la experiencia de registro sonoro de un hombre que aún no es esposo ni padre. Podría pensarse que en esta película la relevancia de las imágenes no se debe a lo que se percibe inminentemente en ellas, sino a lo subyacente: el rol estructural que tiene la maternidad, la toma de conciencia de la agudeza intelectual de las infancias y, por consecuencia, la complejidad que implica sobrellevar el vínculo más esencial, el de madre-hijo, suscitado por los constructos de género. En ello fueron fundamentales la naturalidad de Gaby Hoffman en un personaje crucial que siempre vemos cuando habla por teléfono para hacerse cargo de todo y la frescura verosímil de Woody Norman como el niño de 9 años que idea juegos desafiantes y que plantea preguntas complejas (“¿Qué es normal?”; “¿Te gustaría preguntar algo de mi pasado?").

Más allá de la habilidad de Mike Mills para elaborar diálogos que brindan coherencia al contenido y al tono de los contenidos documentados y las escenas de ficción, la revelación que subyace en C'mon C'mon remite a Viv pues su identidad de hija, hermana, esposa y madre convergen en una misma condición: la maternidad. El personaje de Gaby Hoffman materna constantemente a su familia porque brinda cuidados a los enfermos o porque tutela a su hijo y a su hermano. Por encima de todo, resuelve situaciones. En algún momento, Johnny lee un ensayo de Jacqueline Rose que argumenta que las madres enfrentan los aspectos más arduos de la vida y, por ello, cargan con el peso de reparar los errores. Viv revela el rol tutelar de las maternidades, por lo que constituye la potencia fabulesca de la historia dado que su enseñanza consistente fundamentalmente en saber escuchar y, por lo tanto, en enseñar la escucha. Es, como dice un niño entrevistado, una evidencia de que “las mamás comprenden”.

En su tránsito por Nueva York, Johnny dice a su sobrino que grabar lo mundano es una forma de volverlo inmortal. Es indudable que C'mon C'mon trata todo el tiempo con la memoria. De allí el blanco y negro o el uso de voice-over sobre tomas de las ciudades; de allí también la segunda secuencia acerca de la pérdida de una madre o la idea de que el filme proviene del futuro porque remite al registro sonoro del pasado. No obstante, su circularidad narrativa sugiere un escenario que contrapone la pérdida total frente a la ausencia temporal de la maternidad tutelar. El argumento coloca a Jessie, y también a Johnny y a Paul, frente a la posibilidad de perder a la persona cuyo lugar cultural constituye el que permite enterrar los conflictos (según piensa, de nuevo, Jaqueline Rose).

Espacios emocionales para agenciar la escucha en las complejas relaciones entre adultos en infancias. Recientemente, Pietro Marcello, Francesco Munzi y Alice Rohrwacher rodaron Futura (2021), un largometraje que reúne testimonios de adolescentes de las distintas regiones de Italia. Entre sus hallazgos destaca que, al menos en aquel país, no son pocas las personas adolescentes que piensan que no son parte de la agenda de los políticos y, por consecuencia, que no se consideran escuchadas por los adultos. A pesar de que parten de métodos diferentes, el documental italiano y el filme híbrido de Mike Mills poseen revelaciones similares: que aquí y allá nos enfrentamos a una incomunicación perjudicial, aunque no irreparable, entre infancia y adultez; además, que saber escuchar podría abrir un espacio de sensibilidad en el que hallemos la paciencia necesaria para comprender y potenciar la complejidad del pensamiento de las infancias y las juventudes cuando queramos abordar el presente con miras a un futuro deseable.


 



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Rodrigo Martínez Martínez. Es docente, investigador y editor. Ha impartido asignaturas, cursos y módulos de cine y de análisis audiovisual en la UNAM, la UAM, la UACM y en la escuela de cine Arte7. Ha participado en coloquios y congresos de SEPANCINE y del SUAC, así como en las dos primeras ediciones del Encuentro Internacional de Investigadores de Cine Mexicano e Iberoamericano de la Cineteca Nacional. Colabora periódicamente con las revistas Icónica y F.I.L.M.E. Especialista en estética y sociología del cine. Es autor del libro Cine y forma. Fundamentos para conjeturar la visualidad fílmica (UAM-C, Filmoteca UNAM, 2019). Letterboxd: Rodrigo.

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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