POESÍA / octubre-noviembre 2021 / No. 95

Detrás de la planta hidroeléctrica de Patla II


En la prisa de su ímpetu tiránico
No oye nada el arroyo
TOMÁS SEGOVIA


Estábamos los cuatro viendo un cerro.
Tu padre, desde su silla,
acomodaba entre sus manos,
o en alguna parte del brillo de las luciérnagas,
unos versos de Tomás Segovia.

Tu hermana algo contenía en los ojos.
Llanto tal vez,
pero no quise preguntarle.
Aunque creo tenía que ver con esa sensación
que se padece cuando se va la luz
y no hay cerillas para prender la única vela.

Yo ponía mi mano sobre la mano de la noche,
o quizá, ahora no estoy tan seguro,
sobre la tuya.

Mientras, abril,
o el arroyo que pasaba cerca de nosotros,
creo iba hacia donde todos los meses se dirigen.

Tú estabas sentada con los pies estirados sobre mi silla.
Y me preguntaste si alguna vez había mirado
tantas luciérnagas hablando juntas.

Entonces dejó de ser abril,
y dejó de haber arroyo,
y dejó de estar tu padre,
y dejó de estar Segovia,
y dejé de preguntarme por el silencio
que tu hermana contenía,
y dejé de saber de ti también.

Jugaba a las escondidas con mis hermanos.
Y nos manteníamos cerca de la galera,
porque no nos dejaban ir al lecho oscuro.
Y mirábamos el horizonte negro,
que una y otra vez se interrumpía,
y que también nos hablaba como si algo prohibido, pero dulce,
nos fuera a ser obsequiado.
Y no tenía miedo, aunque los ojos del bosque,
los mil ojos del bosque, nos miraran.

Tenía la misma edad
que sólo las piedras recién cortadas tienen.
Cuando mi único pecado aún
era no haberle dicho a nadie que me comí aquella manzana.
Cuando el llanto aún no tenía que ver con la carencia
de lucidez en las monedas.
Cuando el silencio sólo era la pausa
que hay cuando se cambian los canales.

Te dije que no recordaba.
Y creo haber tomado tu mano,
o la mano de la noche.
Ahora no estoy tan seguro.
Y abril creo se dirigía hacia donde todos los ríos se dirigen.
Y las luciérnagas,
creo tampoco iban hacia ningún lado,
pero nos miraban,
y sé, de eso sí estoy seguro,
que algo de lo que aún no sé el nombre,
nos era regalado.






Alan Valdez (Chihuahua, Chihuahua, 1992). Ha publicado su trabajo en revistas como Tierra Adentro, Punto de Partida y Punto en Línea. Ganador del Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino 2020 por su libro La pérdida de voluntad en el agua. Actualmente es becario del estímulo Jóvenes Creadores 2020/2021 del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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