ATALANTE / abril-mayo 2021 / No. 92
 

El compromiso de la sombras,de Sandra Luz López Barroso




El compromiso de la sombras
Sandra Luz López Barroso
México, 2021, 90 min



Primero, las fisonomías nocturnas del luto: personas, gestos y detalles de cuerpos inmóviles porque se les escapó la vida o porque atestiguan la despedida de los difuntos. Después, los rituales funerarios: entierros, cantos y rezos en los que las voces y las manos de numerosas mujeres cuidan de los momentos finales de quienes ya se van. Ahora, la voz de Lizbeth más allá de la imagen como una presencia consistente: el canto que guía el curso final de los fallecidos en una comunión respetuosa con los habitantes de la localidad; especialmente, con las muchas mujeres que encabezan los funerales en la Costa Chica de Guerrero. Las primeras tres secuencias de El compromiso de las sombras ofrecen visiones distintas que dotan de comprensión y paciencia a la mirada documental. Fisonomías, actos, detalles y una protagonista: una mujer afrodescendiente inmediatamente identificable por su palabra y canto, así como la naturalidad con que lidera y realiza los novenarios.

El compromiso de las sombras recrea una serie de días y noches de cuatro funerales que transcurrieron en San Nicolás (Guerrero). El primer largometraje documental de Sandra Luz López Barroso (Oaxaca, 1984) muestra el rol que desempeña Lizbeth, aprendiz y heredera de cuatro mujeres que estuvieron a cargo de esta práctica ancestral, al orientar a los deudos para recitar oraciones, hacer levantamientos de cruz, organizar rosarios, elaborar altares y emprender procesiones de entierro. El filme acude al orden de un novenario para articular una estructura dramática unificada, como si distintos velorios fueran un solo ritual, con el fin de aproximarse a un espacio cultural en el que las mujeres actúan con autonomía y ocupan el centro de una actividad relevante para toda una comunidad.

El método de observación de la antropóloga y cineasta oaxaqueña establece una sensibilidad íntima debida a un conocimiento próximo del asunto. Su mirada consigue que el espectador no se perciba a sí mismo como invasor. A partir de ello, las imágenes muestren las tareas de Lizbeth al tiempo que la plasman con figuras. En la dimensión descriptiva, ella es una autoridad legítima que acompaña a los difuntos. En su faceta metafórica, ella convive con elementos del paisaje como un árbol que resulta familiar conforme más lo miramos. Sombra viva, Lizbeth camina por las noches, al final de sus tareas, como si proviniera del paisaje de la Costa Chica. La cinefotografía de Sandra Luz López Barroso nos entrega una identidad dual en la que Lizbeth es la portadora del canto ritual y es una identidad únicamente posible en su vínculo cotidiano con una colectividad específica.

En El compromiso de las sombras, una de las dos producciones ganadoras del Puma de Plata de la sección Ahora México del reciente FICUNAM 11 (2021), hay un uso del encuadre que no sólo es ético, sino que llega a ampliar nuestra experiencia del duelo: los difuntos aparecen parcialmente en el campo visual cuando no están fuera del mismo. En cambio, descubrimos sus fotos, sus pertenencias o los altares que sus familias han preparado. Los gestos de los dolientes pueblan el espacio visible y la cámara los mira en diagonales que nunca apuntan de lleno hacia sus caras. El sonido sustituye la imagen cuando es necesario llevar ciertas emociones fuera del alcance visual. El trabajo de la realizadora logra una distancia reflexiva ante el duelo, que miramos como un conjunto expresivo de detalles (manos, velas, textiles, motivos religiosos, flores, canciones, voces), y cierta intimidad con la protagonista como los momentos de arreglo personal o el testimonio sobre sus sueños con los difuntos.

No obstante, el punto de vista del documental no corresponde enteramente con el de Lizbeth. La dirigente del ritual traza el sendero del filme para llevarnos a lo que realmente interesa: el conjunto de las mujeres. En la primera noche recreada, la líder espiritual aparece por medio de su voz e irrumpe gradualmente en la imagen hacia el final de la secuencia. Su cara no es visible hasta entonces. De manera paralela, las mujeres adquieren un mayor protagonismo con el paso de las jornadas. Si bien cuentan con una guía, ellas encabezan los quehaceres fúnebres. La razón de ser de Lizbeth es el ritual. En el espacio público, su individualidad está definida por esa colectividad predominantemente femenina. Por ello, ella es un puente hacia la mirada de las mujeres como el propio documental lo es para la audiencia.

Más allá del aporte antropológico y del tratamiento visual que evita colmar la imagen con la presencia de personas mediante el abordaje de la naturaleza alrededor, El compromiso de las sombras constituye una experiencia fraterna antes que un mero acercamiento documental. La duración acertada de sus registros, la mezcla de acciones con campos vacíos (el paisaje y sus rebaños), la apertura al acervo sonoro y musical del tema (la canción y el amanecer hacia el final), y la propuesta plástica del paisaje (el reflejo de las sombras simbólicas, acaso registros de aquellos que están en el camino, de los árboles en el agua) y de la fisonomía (la primera entrada de Lizbeth al campo visual) añaden texturas expresivas y muestran la manera en que la cineasta se apropia del tema. Sobre todo, destaca la continuidad de su modo de observar las costumbres sin recurrir al convencionalismo documental del comentario y sin caer en la sobredramatización.

Como la propia directora reveló en entrevista con ZoomF.7 (marzo 22, 2021), su cine tiene que ver con las personas antes que con los temas; por lo tanto, concretó una película de lo cotidiano en la que la confianza fue necesaria para que las personas asumieran la presencia de la cámara. Ello resultó de los vínculos que Sandra Luz López estableció años atrás para rodar Artemio (2017), el mediometraje que fue nominado al Ariel luego de su estreno en Ambulante, y con el que hizo su primer abordaje de la Costa Chica.

El compromiso de las sombras es una propuesta pertinente en una coyuntura en que la institución que representa la espiritualidad de Lizbeth da un paso adelante y luego dos atrás frente a la inclusión de las diversidades sexuales. Para Sandra Luz López, la relevancia de su documental no radica en la condición de género de la guía espiritual de San Nicolás. El interés fue el conjunto de mujeres afrodescendientes de la región. No obstante, en dicho entorno de género, Lizbeth representa un proceso individual que añade una condición trans. Su identidad no le impidió alcanzar la aceptación de las mujeres que la instruyeron en los rituales y que, a nivel local, son las representantes de su religión. Ahora, Lizbeth, respetada y querida por sus vecinos, canta y reza con fe para los muertos al tiempo que encabeza los rezos de una comunidad entera porque sabe, en sueños, que los difuntos sienten hambre cuando ya se han ido.


 



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Rodrigo Martínez Martínez. Es docente, investigador y editor. Ha impartido asignaturas, cursos y módulos de cine y de análisis audiovisual en la UNAM, la UAM, la UACM y en la escuela de cine Arte7. Ha participado en coloquios y congresos de SEPANCINE y del SUAC, así como en las dos primeras ediciones del Encuentro Internacional de Investigadores de Cine Mexicano e Iberoamericano de la Cineteca Nacional. Colabora periódicamente con las revistas Icónica y F.I.L.M.E. Especialista en estética y sociología del cine. Es autor del libro Cine y forma. Fundamentos para conjeturar la visualidad fílmica (UAM-C, Filmoteca UNAM, 2019). Letterboxd: Rodrigo.

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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