RESEÑA / octubre-noviembre 2020 / No. 89
Micromitologías de la memoria: el (des)amor en su laberinto




Minotauromaquia [Crónica de un desencuentro]
Tita Valencia
Ciudad de México
Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial UNAM, 2019

Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara todos los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos.
J. L. BORGES, “La casa de Asterión” 

Minotauromaquia es la invocación de un laberíntico lenguaje  de la ausencia. Es el deambular de una conciencia desgarrada, pero que busca un refugio en las palabras y en la posibilidad de darle cauce a las tristezas atascadas. Tita Valencia compone un montaje de recuerdos que se tambalean en el presente. Para ella es necesario acercarse al dolor con cautela, lentamente sitiarlo, colocar dinamita en su interior y estallarlo con estruendo desde el lenguaje. Sólo entonces las palabras explotan y como esquirlas se incrustan dentro de la historia. Porque la historia es volátil: “Con mi palabra y con mi amor te delimito, te elijo, te desgloso, te percibo, te poseo, te recibo, te identifico, Mi percepción es tu única realidad. Fuera de mí eres un objeto ilusorio. Fuera de mí no existes. Te obligo a ser”.

Una historia de huidas, abandonos, recelos, promesas incumplidas: (des)encuentros. Por eso no puede ser más cierta la inscripción del subtítulo: Crónica de un desencuentro. Lo es porque el tiempo, más que elemento secundario, es protagonista en esta historia; más aún: es el protagonista que llega tarde y sólo la memoria lo puede invitar. Y en la misma línea se descubre a su antagonista: el amor. Un “villano” que se disfraza, pero en realidad no hace sino dejarse arrastrar por sus actores. Al final, son ellos quienes le imponen esas máscaras que luego habrán de revelar, no sin antes llevarse de por medio alegrías, batallas, miedos y dolores. Estos que nombro “actores”, al igual que muchas cosas en esta novela/ensayo/poema/, son meras alusiones, reconstrucciones difusas hechas de pedazos que el eco de una voz hilvana. Porque el logro está en convertirlos en personajes íntimos, cifrados en su historia individual, pero que pueden ser expuestos e intuidos desde el silencio de sus actos y que sin dejar de ser personales cuentan una historia común, un encuentro compartido por muchas sensibilidades: la pérdida del ser amado. Una pérdida que se narra desde las pequeñas mitologías, de sus muertes simbólicas, sus renacimientos, sus glorias y catástrofes. La historia del derrotado y, en el fondo, también la de una dominación. Una confabulación, como le hubiera gustado decir a otra de esas voces.

Dos elementos más son centrales al hablar de este libro: la imaginación y el erotismo, que al final son lo mismo. La fragmentación en todo el discurso sólo está atada por esa capacidad que permite amarrar los retazos que gravitan sueltos: imaginar. Tita Valencia construye metáforas ingeniosas, recurre a la profundidad de la alegoría, regresa a otras narrativas, hace de los recuerdos territorios donde se mueven el arte, la música, el tiempo. Y además no tiene reparos para reflexionar con ternura, placer y algo de resentimiento los encuentros sexuales con el ser amado, pero siempre con sensibilidad y cuidado. Habla de la (des)posesión de los cuerpos y las mentes desde la mirada del amante, tal como lo haría alguien intoxicado de amor. Entre sus innumerables grietas, pasillos y escaleras nos recuerda que las palabras, como los nombres, las cosas y lugares, mueren, y con todo ello una parte de nosotros.

Ahora bien, cabría preguntarse qué pasó con la publicación y recepción del libro. Desde luego es relevante porque una obra se inscribe en una tradición, en un diálogo generacional que establece conexiones con un tiempo y una sociedad determinados, y también es importante porque después de muchos años de pasar inadvertida, la novela cobró gran relevancia al ser reeditada por la UNAM. Un suceso literario como ése abre nuevos caminos y genera discusiones para la comprensión de las dinámicas culturales y sociales que nos atraviesan. El libro de Tita Valencia nos extravía en un intrincado laberinto de metáforas, historias y duelos, pero en ese viaje permite reflexionar sobre cuestiones, muchas veces advertidas desde los mismos lugares y por casi las mismas personas, de la creación, las relaciones afectivas, el poder y el olvido.


Miguel Ángel Reyes (Ciudad de México, 1997). Estudiante de la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Participó en el programa de poesía Al compás de la letra de Radio UNAM.

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

Punto en Línea es una publicación bimestral editada por la Universidad Nacional Autónoma de México,
Ciudad Universitaria, delegación Coyoacán, C.P. 04510, Ciudad de México, a través de la Dirección de Literatura, Zona Administrativa Exterior, edificio C, 3er piso,
Ciudad Universitaria, Coyoacán, C.P. 04510, Ciudad de México, teléfonos (55) 56 22 62 40 y (55) 56 65 04 19,
http://www.puntoenlinea.unam.mx, puntoenlinea@gmail.com

Editora responsable: Carmina Estrada. Reserva de Derechos al uso exclusivo núm. 04-2016-021709580700-203, ISSN: 2007-4514.
Responsable de la última actualización de este número, Dirección de Literatura, Silvia Elisa Aguilar Funes,
Zona Administrativa Exterior, edificio C, 1er piso, Ciudad Universitaria, Coyoacán, C.P. 04510, Ciudad de México,
fecha de la última modificación 10 de abril de 2024.

La responsabilidad de los textos publicados en Punto en Línea recae exclusivamente en sus autores y su contenido no refleja necesariamente el criterio de la institución.
Se autoriza la reproducción total o parcial de los textos aquí publicados siempre y cuando se cite la fuente completa y la dirección electrónica de la publicación.