Era primero de enero cuando dejé la casa. No nos movimos de la cama. Ella a la izquierda. Yo a la derecha.

aqua_lingerie-kotori.jpgA las tres de la tarde dejé de mirar el techo, y ahí estaba ella, viendo hacia mí. Su cuerpo frío, blanco, contraído; su nariz delineada por el sol que alcanzaba a filtrarse por unas espesas cortinas negras. Abrazada a sus rodillas, tierna, imperturbable, inhalaba y exhalaba el polvo que flotaba entre nosotros. Me senté a observarla. Cuando me acerqué a darle un beso, ella giró su cuerpo hacia el otro lado. Todo era diferente ya. La besé en el hombro, le miré las nalgas y me levanté hacia la cocina.

Los trastes sucios, de un mes al menos. Abrí la ventana para que se escapara el olor a podredumbre. Tomé un plato con restos de cereal y comencé a tallarlo con la fibra. Levanté la mirada hacia la ventana. Casi nada de ruido: un auto ocasional y, más tarde, el grito de un niño que me hizo suspirar de alivio. Ya está, me dije. Ese plato era el único reluciente. Contrastaba tanto con el fregadero que suspiré de nuevo. Desde allí escuché su tos, luego un breve gemido y un sorbo al vaso de agua que estaba en su buró. Volví a tallar el plato, eché hacia kitchen-de_poison-yvi.jpgatrás la cabeza, tronando el cuello. Recordé cuando, un mes antes, entramos en una boutique de Plaza del Valle. Ella se probó un saco de pana. Se veía tan intelectual que me prendió como nunca. Eso no se lo dije. Le dije que se veía horrorosa y ella sonrió, enseñándome la dentadura y luego la lengua. Colocó el saco en su lugar pero no lo soltó, miró hacia abajo y luego volteó a verme con ojos de travesura y chapas en las mejillas.

—Ni lo pienses —le dije—, recuerda que estamos a punto de hacer ese gasto.
—Entonces no hay marcha atrás —dijo en tono de resignación más que de pregunta.
—Tú lo decidiste, yo simplemente estoy de acuerdo.
—Eres un pendejo.
—No puedes tenerlo —grité y le aparté la mano con la que sostenía el saco.
—Ahora lo veo —dijo ella—, ahora lo veo.

A partir de ahí no volví a verle las mejillas chapeadas, ni la dentadura.

Solté el recuerdo. Dejé de tallar el plato. Fui hacia la recámara y la miré de nuevo acurrucada. Volteó hacia mí, le dio otro trago a su vaso y volvió a cerrar los ojos. A mí me dieron ganas de salir.

Manejé por toda la calzada Porfirio Díaz. Subí al cerro del Fortín y entré al centro por la calle Madero. La ciudad era un desierto. En un semáforo de Calzada de la República se me ocurrió ir a esa pequeña boutique dentro de Plaza del Valle, gastarme una parte de la quincena en ese saco de pana y animarla un poco. Me entusiasmó tanto imaginar su reacción que apreté el acelerador hasta el semáforo de Avenida Universidad. Ahí me detuve. Es inútil, me dije, es primero de enero y la tienda debe estar cerrada, nada más voy a gastar gasolina. Aún así, una extraña culpa me condujo hasta la plaza. El estacionamiento estaba vacío. Extrañados, dos policías me vieron caminar hacia la boutique, seguro de encontrarla cerrada. Ni un alma, ni un ruido. Y ahí estaba, iluminada, abierta de par en par, con la empleada aburrida, sin ánimo de atender a nadie.

Me detuve a dos pasos de la puerta.

fashion_stars-lotushead.jpgBuenas tardes, dijo ella. Desde ahí miré el saco. Buenas tardes, repitió. Volteé a verla, dije buenas tardes y regresé al saco. La mala iluminación me recordó las luces de una clínica clandestina. Apreté las manos sin moverme de lugar. La derecha, sudada, comenzó a lastimarme con las llaves del carro. Apreté más y más; el dolor era sabroso y comencé a disfrutarlo. Guardé las llaves, entré en la boutique y tomé el saco. ¿Lo quiere envolver para regalo?, preguntó la mujer. Miré el precio, me acaricié la barbilla y di un par de pasos hacia ella. Comprar un estúpido saco no resolverá nada, pensé, ya está hecho. Me detuve, miré a la mujer. Detrás de ella, por el televisor, mujeres en tanga mostraban la opulencia de sus nalgas. ¿Lo quiere para regalo?, volvió a preguntar.


Ilustraciones:
Kotori. www.sxc.hu
poison-yvi. www.sxc.hu
LotusHead. www.sxc.hu



Andrei Vásquez (Oaxaca, Oaxaca, 1982) estudió Diseño y Comunicación Visual en la ENAP, UNAM. Ganó el décimo consurso de cartel de la filmoteca de la UNAM. Es guionista, reseñista de literatura y colaborador de revistas. Como narrador ha sido antologado en Sin mirar atrás y Fantasiofrenia II.

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

Punto en Línea es una publicación bimestral editada por la Universidad Nacional Autónoma de México,
Ciudad Universitaria, delegación Coyoacán, C.P. 04510, Ciudad de México, a través de la Dirección de Literatura, Zona Administrativa Exterior, edificio C, 3er piso,
Ciudad Universitaria, Coyoacán, C.P. 04510, Ciudad de México, teléfonos (55) 56 22 62 40 y (55) 56 65 04 19,
http://www.puntoenlinea.unam.mx, puntoenlinea@gmail.com

Editora responsable: Carmina Estrada. Reserva de Derechos al uso exclusivo núm. 04-2016-021709580700-203, ISSN: 2007-4514.
Responsable de la última actualización de este número, Dirección de Literatura, Silvia Elisa Aguilar Funes,
Zona Administrativa Exterior, edificio C, 1er piso, Ciudad Universitaria, Coyoacán, C.P. 04510, Ciudad de México,
fecha de la última modificación 10 de abril de 2024.

La responsabilidad de los textos publicados en Punto en Línea recae exclusivamente en sus autores y su contenido no refleja necesariamente el criterio de la institución.
Se autoriza la reproducción total o parcial de los textos aquí publicados siempre y cuando se cite la fuente completa y la dirección electrónica de la publicación.