Nueces
En la humedad de mis manos se posó un pájaro
sus alas sobre mi palma rompiéndose como dos nueces
la quietud de su corazón era honda
su canto frondoso
escuché su propia voz
que era mi canto—sus plumas brillantes
lo solté
sacudió mi desgarrado silencio que ostenta la alegría en el
fondo de mi pecho.
El hogar está tan lejos del hogar
Salí temprano—a visitar a mi padre
sus ojos tenían el silencio
y la voz de sus ojos era más honda que todas las cosas
un pájaro se acercó a la ventana
miró con sus ojos raudos la cama que no era cama
el hogar que no era hogar
quise entonces posar mi mano en la rama de su cuerpo
yo balbuceaba en un silencio de luz
sobre un piso blanco,
un aroma a lejía
un olor a muerte en todas partes y el sol quemaba
era verano, el hogar para morir está tan lejos de la muerte de mi padre.
La sonrisa de Emily Dickinson
Todas las mañanas a las siete y media
preparaba la mermelada sobre el mantelito blanco
el hambre, el corazón pide placer primero
—con la convicción de encontrar el amor
en una criatura olvidada.
El amor como único secreto
el amor como un lugar donde se bebe el rocío del otro
una cama, una mesa, un pan
potentes caballos negros
inmaculados lugares públicos donde la gente se ama
el ritual de la risa sobre la tarde del tedio
casi invisible
para un par de rostros grises y duplicados
besar pronto la luz de la sonrisa
que entra por la ventana y suaviza los bollos duros
qué solitarias se sienten las ciudades tan llenas de gente.
La sonrisa como carne fragmentada
en su dedo la sortija de ágata
la cicatriz blanca
¿me atreveré a comerme la mermelada?
A reír hasta ahogarnos.
Casa abandonada
Me creció adentro una planta
adentro me creció un nombre
la copa, la casa y la palma
adentro su mano echó el aliento
debajo de este pecho
un pájaro revolotea.
La danza de los amantes
He dejado la puerta entreabierta,
entra, háblame con tu carne
mientras dios nos contempla
a fruto abierto,
a herida exacta e inmóvil
entra—
reposa en la orilla de mi cama
toma mis manos de flor carnívora
y llévate esta sed.
Entra en este perfume de hogar donde soy insomne
por naturaleza,
he dejado la puerta entreabierta en sueños
para que llegues con tu música y tu mano
me toque la azul entraña.
Sueño 02
Compartimos la misma cama,
recordamos esas casas, las del patio central,
las macetas,
escuchando la radio
queriéndonos
nombrando las cosas
lo que perdimos.
Soy sólo esta memoria.
Soy un pueblo
esta ventana donde entra la luz
un lenguaje que heredé y no entiendo.
Ingrid Bringas (Monterrey, Nuevo León, 1985) Es autora de La edad de los salvajes (Editorial Montea, 2015), Jardín botánico (Casa Editorial Abismos, 2016), Nostalgia de la luz (UANL, 2016) y Objetos imaginarios (Pinos Alados, 2017). Parte de su obra ha sido traducida al inglés, francés, árabe y portugués.