POESÍA / febrero - marzo 2017 / No. 66

Tres poemas


Salvatore Lazarini

                                                                           

Las piscinas y el sol

i

Las primeras palabras que pronuncio
se refieren a tu acento
Me respondes:
“En todo caso, la persona con acento aquí serías tú”,
ni siquiera volteas a verme mientras lo dices
Yo, por supuesto, me río
pienso en que sólo me refería a que tu voz no me resulta demasiado distinta,
a que pensé que éramos de la misma ciudad
(no digo nada)
creo que es la tercera clase
o llevamos cuatro semanas
pero nunca habíamos hablado


ii

Te miro a los ojos y te digo: “Así que te gusta mucho nadar”
A ti te agrada que recuerde que te gusta la piscina;
eso creo al menos
La realidad es que nunca podré saber,
nunca podré saberlo
porque no te voy a preguntar,
pero yo me fijo en tu sonrisa cuando lo menciono
y me imagino que te sientes contenta de que lo recuerde
¿en tu país la llaman piscina, no es verdad?


iii

Miro tus ojos y tus pestañas cortas
y aprecio tu piel bañada en la calidez de México DF
tu pelo decolorado por el agua de la capital
el aroma del verano que permanece en tu cabello
aunque ya estamos en el otoño
y en cómo parece que el mundo no existiera
en cómo parece que tu mente es suficiente
En la pausa tan necesaria del mundo
que sucede
gracias a tus pensamientos
y me parece que no estás frente a mí sino en tu piso
a miles de millones de kilómetros,
a siete husos horarios distintos
Aunque a mí hoy no me parecen tantos


iv

Me cuentas que has estado despierta desde las cuatro de la mañana
¿en qué has podido pensar desde esa hora?, son las diez
con cincuenta minutos y tienes en la mano derecha un café,
yo no bebo pero ni siquiera me preguntas
así que sobra que lo diga
Me quejo del frío,
te cuento de las fiestas en la madrugada del año pasado con Pol
y Marcial (aunque no menciono sus nombres)
Caminamos y lo primero que sucede es que distraída chocas conmigo
ni siquiera me muevo, sigo adelante


v

Me hablas de la piscina
yo te imagino sumergida, debajo del agua
con gorra y goggles
Me cuentas que estás en el representativo
yo quiero saber quién es tu nadadora favorita
te hablo de las olimpiadas
y tú me dices que no sabes,
se me olvida que soy yo la persona competitiva
te digo que seguro has dejado ya una marca
aquí en Ciudad de México
tú me respondes que «no»,
empiezas a decirme que no eres tan buena
me pregunto cuál será tu nado favorito
imagino que la fineza del crol es suficiente para ti,
que no te gustan los aspavientos,
me contestas y yo pienso en el sol y en tu piel, en la alberca
y en tus piernas


vi

“Vamos a ir mañana al Under, ¿quieres caer?”,
te suelto el comentario en medio de la nada
tú me preguntas si fumo
me preguntas si es un antro
y yo me sorprendo de que uses la palabra antro
te digo que “sí, si tomamos en cuenta
que es música de los ochenta
y que nos vamos a divertir”, 
quieres saber si van mis amigos


vii

Entonces hablamos de Bolaño, yo te hablo de Bolaño
y me dices que sí, que lo conoces
Después de mucho insistir estamos por primera vez en el Café Quito
pienso en muchas cosas
en que me fue muy fácil descubrir el asiento de Belano
“No te preocupes”
me dices que no importa: “podemos sentarnos
en todas las mesas vacías”
Recuerdo que te prometí que íbamos a buscar su casa
pienso que en Bucareli no puede ser tan difícil,
Recuerdo que en realidad el Café de Quito no existe,
y que yo no soy ni Bolaño
ni mucho menos García Madero
y que estas calles no están siendo caminadas por nosotros
No quiero ser un lugar común
no quiero pensar en que sé que estamos perdidos,
tú me recuerdas que los mexicanos no estamos perdidos,
lo dices con una convicción que casi me convence,
“sólo son un caos”, reflexionas
Te escucho y te digo que tal vez
Sé que realmente piensas que no estamos perdidos
aunque para fines literarios yo creo que sí
y te hablo de Alejandro Amenábar,
te pregunto si podemos dar la vuelta en esta calle para llegar a tu casa,
te menciono un cuento de Rulfo
te hablo del cuento de Narda y de uno de Arreola
y tú me dices que sí.



Amartizar

                                                                                 Este poema lo escribí desde el futuro y es para ti


A veces el asombro es tan sorprendente
que incluso se maravilla de sí mismo
Como si tuviera la conciencia de un cachorro que se posa en tus piernas
y te comparte su calor

A veces parece absurdo        
viajar millones de kilómetros
con la única meta de llegar y descender para crear nuevas palabras
que con la tibieza de los cuencos que formamos con nuestras manos
nos brinden una sensación que no podemos llamar de ninguna manera
y entonces nos ayudamos de comparaciones
y de acordes de viejas operetas de Strauss
y de alguna manera estamos cerca
un poco más cerca

Amartizar
descender en ese clima desconocido
de piedras rojizas
llegar hasta ti
Amartizar
suavemente posar la nave en ese rojo palpitante que todavía no reconocemos
Amartizar
en la blanda lluvia de esas gotas de hielo seco
envueltos en un cráter que deseamos hacer nuestro hogar
Amartizar
en tu corazón
Llegar hasta ahí y considerarlo también parte de mí.



Con un toque de miel

                                                                                 Leche, galletas y a ti, Corazón
                                                                                 “Lo que comen las brujas”, Nacho Vegas


Se eleva el valle
no queda nada en la imaginación;
así que la realidad invoca a los sueños,
nuestra memoria poética es exigida al máximo
El problema
es que yo voy manejando
(y no puedo voltear a verte)

Me dices que las cosas están fuera de contexto:
no hay metro, no hay puentes,
sólo el vasto concreto alimentado por el caucho
“Yo vivo en el centro, camino a la Universidad;
aunque claro, Barcelona es una ciudad pequeña”
—me pregunto cuándo habrá sido el año
de su fundación mítica
¿a ti te preocuparán esos temas?—

Me dices: “No sé exactamente lo que quieres”
y me entregas mi libro
Te lo acepto mientras pienso en las historias y los días,
los edificios de una Facultad de Filosofía y Letras
que ya no existe

“Soy un desastre”, me dices
“Me voy a quedar en México, estoy muy feliz”

El sol de la ciudad ilumina las calles
nutre cada poro de tu cara
Es una miel que yo contemplo y tú me miras
“Me ha gustado ese disco”
“Los Rolling siempre son garantía”, respondo con una sonrisa
Me dices: “Oye” y te bajas del auto.

De 17 mil galones o todo lo que aprendí de la bomba

 


 
 



Salvatore Lazarini (Ciudad de México). Estudia la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha publicado poemas en Perduración de la Palabra. Antología de poetas jóvenes editada por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. <http://www.facebook.com/LazariniSalvatore>

 

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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