CUENTO / Julio-Agosto 2009 / No. 20
La fragilidad de la tierra


Gregorio Cervantes Mejía

I

Pablo no sabe cómo salvó a su hija. Apenas consiguió sujetar a la niña del brazo y jalarla antes de que la tierra se abriera a sus pies con un ruido seco.

cuento-la-fragilidad-magurk.jpgEl hombre no cesaba de agradecer a Dios por la salvación de la niña, ni de recordar que durante la noche anterior escuchó “como si miles de animales estuvieran aquí, debajo de nuestra casa. Desperté asustado y no pude volver a conciliar el sueño. Ellos hicieron este agujero”.

La mujer de Pablo apoyó la versión mientras abrazaba fuerte a su hija, como si temiera que yo pudiera arrebatársela y huir con ella. La niña parecía tranquila, ajena a los acontecimientos.

No lo voy a negar. Me impresionó la caverna provocada por el hundimiento del suelo; tendría unos seis metros de diámetro y un fondo que no alcanzaba a distinguir. Todos los vecinos, reunidos alrededor de la casa medio derruida de Pablo, repetían la versión de los ruidos nocturnos.

Camino a la redacción, Mariano me dijo que había agua en el fondo. No logró verla pero alcanzó a escucharla corriendo entre la roca y sintió el olor de la humedad. No sería la primera vez que un río subterráneo provocara esta clase de incidentes en la ciudad. Por lo pronto, teníamos una historia atractiva. A nuestro jefe de información le agradaban estos sucesos que podían convertirse en temas para dos o tres días, o, en el mejor de los casos, una semana completa.

Pablo, su esposa, su hija y un par de familias vecinas fueron los primeros en salir de la colonia.




II

La exploración de la caverna pareció confirmar la hipótesis de que un río subterráneo era la causa del hundimiento. Nadie, además de los colonos, le dio importancia a la versión de los ruidos nocturnos.

Jerónimo Aldana, un geólogo de la universidad estatal, me dijo que el tipo de suelo en esa zona hacía casi imposible la existencia de corrientes de agua: los mapas de la región mostraban que se trataba de un suelo más bien rocoso y bastante alejado de los cauces y manantiales identificados. A esto siguió una larga y complicada explicación sobre los procesos geológicos de formación de cavernas, cuyas características —concluyó— no observaba en ese lugar.




III

El teléfono me despertó a las tres de la madrugada. Un nuevo hundimiento en la misma colonia y yo debía acudir de inmediato. Alonso, el reportero de la guardia nocturna, me pondría al tanto de todo.

Terminé de despertar al ver la calle convertida en un cráter, escena que me dejó inmóvil algunos segundos. Entonces escuché el ruido, mezclado con las expresiones de temor de los vecinos y los rumores lejanos de la ciudad que a esa hora dormía ajena a esta situación. Todo el mundo estaba alrededor del agujero, atento al sonido que nos hacía pensar en una bestia que frotara sus garras contra la tierra o en herramientas horadando el suelo.

Intenté acercarme a la gente, hablar con ella, mas todos permanecían inmóviles, rígidos, como si sólo tuvieran oídos y ojos para lo que pudiera provenir de esa abertura. La casa de Pablo ya había desaparecido dentro de la caverna y dos más estaban en riesgo de hacerlo, pero nadie se movía. En algunos rostros se adivinaba un llanto contenido sólo por la tensión del momento.

cuento-lafragilidad-code1na.jpgAlcancé a ver a Mariano moviéndose con agilidad entre la gente y acercándose al borde del pozo, con temeridad, a fin de conseguir la mejor toma. Era como un depredador al acecho: se acercaba con cautela, enfocaba la cámara unos segundos y se retiraba rápidamente. Cuando me vio, se acercó para decirme que había conseguido filmar la caída de la casa.

De pronto el rasgueo cesó. No se escuchaba más que el ruido lejano de los autos. De pronto, el torrente de agua empezó a llenar la galería, seguido de un crujido seco y un nuevo estruendo: las otras dos casas cayeron a la caverna.

La gente empezó a correr. Unos alejándose del cráter y otros yendo en busca de sus pertenencias antes de que fueran tragadas por la tierra. Me empujaron y caí al suelo. Gracias a Mariano me salvé de ser aplastado por la multitud.




IV

Todos los habitantes de la colonia fueron obligados a salir de sus casas y alojados en instalaciones deportivas. Esta vez nadie bajó a revisar el lugar del desastre.

Organizamos programas de debate con expertos en geología y urbanistas, que no llegaban a ninguna parte. La única hipótesis reconocida era la de las corrientes subterráneas minando el subsuelo de esa colonia al oriente de la ciudad. Sobre los ruidos nocturnos, pese a que se escuchaban con nitidez en el último video de Mariano, ninguno dijo nada.




V

El agujero siguió creciendo. Tan sólo en una semana se convirtió en un estanque de dimensiones considerables. La colonia fue abandonada antes de convertirse en un montón de escombros. Ante la imposibilidad de reubicar a todos los afectados, las autoridades ofrecieron apoyo para la mudanza a otras colonias e, incluso, a las ciudades vecinas.

Pronto, el temor de nuevos hundimientos se extendió al resto de la ciudad, pese a las campañas tranquilizadoras del alcalde y sus promesas de que el proceso geológico había terminado.

Jerónimo fue el primero en descubrir que los hundimientos, además de constantes, parecían seguir una trayectoria alrededor del centro de la ciudad, como si pretendieran aislarlo del resto y convertirlo en una isla. Lo que le sorprendía aún más era la velocidad con que las orillas se cubrían de arena, como si todo lo que cayera dentro fuera pulverizado de inmediato y se formaran pequeñas playas. Un proceso que regularmente tardaría miles de años, ocurría ahora en unas cuantas semanas y no parecía tener explicación.

cuento-lafragilidad-drouu.jpgAnte la falta de respuestas científicas, las “alternativas” no tardaron en aparecer: desde misteriosas empresas empeñadas en desalojar a los habitantes para hacer después grandes negocios inmobiliarios, hasta animales mutantes como resultado de la contaminación o seres extraterrestres dispuestos a conquistar el planeta.

De todas ellas, la que obtuvo una popularidad inusitada —sin duda por el espacio que consiguió en los medios de comunicación— fue la de un supuesto indigenista, quien aseguró que se trataba del verdadero regreso de Quetzalcóatl. El dios barbado de los aztecas hacía los preparativos para la reconstrucción de Tenochtitlan y, con ello, del restablecimiento del poderío mexica. Pero por qué este fenómeno ocurría fuera de la capital del país, en una ciudad de tamaño medio, fue algo que el tipo jamás pudo explicar.




VI

Durante más de medio año el suelo siguió desapareciendo y, con éste, zonas de la ciudad cada vez más amplias. Las carreteras se empezaron a llenar de gente en busca de sitios seguros para vivir: vimos caravanas inmensas cargando a cuestas lo poco que podían transportar y con el desaliento de quien lo ha perdido todo.

Nosotros seguíamos transmitiendo las noticias de esta gran migración, aferrados a una ciudad que desparecía. No teníamos claro por qué nos quedábamos aquí. La televisora, que preparaba también su mudanza, nos ofreció un cambio de plaza. Mariano y yo decidimos quedarnos hasta el final. Queríamos saber dónde terminaría todo, esperando, quizás, que las cosas volvieran a la normalidad algún día.

Los ruidos nocturnos continuaban con mayor intensidad y la gente empezó a llenar los templos cada noche, tratando de detener el hundimiento con la fuerza de una fe renovada, surgida quién sabe de qué parte de su espíritu. Rezaba con tal fervor que parecía más dispuesta a opacar el ruido de las garras contra la tierra que a implorar la ayuda divina.

Cuando las oraciones fueron insuficientes para acallar los ruidos subterráneos, se sumó el repique de las campanas. Durante largas noches luchamos sin éxito contra ese sonido que seguía erosionando la ciudad, convirtiéndola en un gran lago que sólo parecía dejar intacto el centro, la zona vieja donde un puñado de habitantes nos empeñábamos en resistir.

Al avance del lago le siguió el de la vegetación y, después, la llegada de animales salvajes. Primero tímidos y en número reducido. Después en grupos mayores y con la confianza de quien recorre un territorio que le pertenece.

Detenida la actividad urbana y sin esperanzas de recibir ayuda del exterior —ignoro cómo fue que el resto del país se olvidó de nosotros—, nos vimos obligados a convertirnos en torpes cazadores y recolectores con el fin de asegurar nuestra supervivencia.

cuento-la-fragilidad-ontzy.jpgDurante algún tiempo, Mariano y yo insistimos en mantener un registro de los hechos, aunque ya no sabíamos con qué objeto. Por fin, la falta de cintas de video, baterías y electricidad detuvo nuestro empeño.

Lo último que conseguimos filmar fue una piel abandonada a las orillas del lago, casi blanca, cubierta de gruesas y ásperas escamas con el aspecto de una escofina. Era enorme, mucho más grande que la más grande de las serpientes que se haya visto. No sabemos a qué tipo de animal perteneció.

Han aparecido más pieles en las orillas del lago. Los ruidos nocturnos han cesado, como si una vez terminada su tarea de cercarnos, los seres que cavaron la cuenca para este nuevo lago hubieran desaparecido. Nosotros seguimos aquí.

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Ilustraciones:
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Gregorio Cervantes Mejía (Puebla, 1970) actualmente es redactor de la revista Crítica, de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Es autor del libro de cuentos Cambios de Estación (Secretaría de Cultura de Puebla, 2001). Fue incluido en las antologías Los mejores cuentos mexicanos, edición 2002 (José de la Colina, ant.; Joaquín Mortiz); Antología de narradores en Puebla, Insólitos y Ufanos (Jorge Arturo Abascal Andrade, ant.; UAP, México, 2003); De claro en claro… Cuentos sobre el Quijote (AA. VV., Ediciones de Educación y Cultura, México, 2005); Fuego cruzado. Jóvenes narradores de la zona centro del país (Fondo Regional para la Cultura y las Artes, Zona Centro/Conaculta, México 2006). Fue jurado del Segundo Concurso de Cuento Joven Alejandro Meneses 2007, convocado por Ediciones de Educación y Cultura. Desde el verano de 2006 imparte un taller de cuento en la Casa del Escritor de la Secretaría de Cultura de Puebla. Fue becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Puebla en el periodo 1994-1995.

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Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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