Diana Reyes Duque
Hoy por hoy, la mejor terapia alternativa que existe es Papa por ocho días, que pone al alcance del bolsillo la increíble tecnología de reubicación de conciencias. El uso de la papa (ya sea elegida por el paciente o facilitada por la clínica) no es casual: diversas pruebas la califican como ideal para albergar sin problemas toda la complejidad de una conciencia humana, con una pérdida de información mínima, a diferencia de terapias menos populares, como Chayote por una quincena.
Lo más sorprendente son sus beneficios psicológicos y espirituales. Los pacientes que han vivido como papas describen la experiencia como un largo rato lleno de paz y gran conexión con la naturaleza: una mezcla entre el uso de psicodélicos, un temazcal y un intenso sabor a tierra en la boca. Al volver a sus vidas, dejan de inmediato sus adicciones, se ejercitan más, resuelven con facilidad problemas que antes los agobiaban y se muestran en general más felices con ellos mismos y el mundo que les rodea. Son muy pocos los que vuelven a una segunda sesión y hasta el momento ningún paciente ha presentado efectos adversos.
Por muy atractivo que esto suene, Papa por ocho días no oculta nada en letras pequeñas: como en cualquier otra intervención, existen riesgos. Entre las más de diez mil terapias realizadas, lo más grave que ocurrió fue la imposibilidad de devolver la conciencia a su cuerpo original. Los problemas más comunes se limitan a los propios de la naturaleza de toda papa (como plagas y descomposición) o a errores humanos por parte del personal médico (daño, pérdida o ingesta accidental del tubérculo).